Mary Triptych
The image of Mary, the mother of Jesus, has resonance around the world. From left, here are Persian, Byzantine and Kenyan depictions of the woman who has lessons for disciples today. (Photo illustration by Kathleen Barry, United Methodist Communications)
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Dec. 19, 2021 - Fourth Sunday of Advent (Year C)
Micah 5:2-5a • Luke 1:47-55 (UMH #199) • Hebrews 10:5-10 • Luke 1:39-45
When we are uncertain about what changes might come, we grow uneasy, feel stressed, perhaps question our faith. Uncertainty seems to fill our nation and our denomination. But in these texts we find how faith can help guide us into an unknown future.
True story: a youth group in the early ‘70s was helping with the Church Christmas program. To give a more contemporary feel to the familiar story, they planned to use “The Living Bible” version.
The night of the program, the pastor’s daughter was reading “He took with him Mary, his fiancee’, who was …” and there was a pause. Then she resumed, “…….. great with child.”
She continued the rest of the reading with no delays. Afterwards, her friends asked why the long pause? At the last moment, she had a “crisis of doubt” - doubting that her father’s rather conservative congregation was ready to hear The Living Bible’s translation “He took with him Mary, his fiancée, who was obviously pregnant by that time.”
She may have been correct about the congregation’s readiness to hear the familiar story put so bluntly, but the truth is, God is a god of expectancy, a God who is always “pregnant with possibilities”, a God of birth.
Throughout the Bible, we find images of God bringing forth new life. In Micah: “...from you shall come forth for me one who is to rule in Israel… Therefore he shall give them up until the time when she who is in labor has brought forth...”. This one will be a strong nurturer, who “shall stand and feed his flock in the strength of the LORD.”
The author of Hebrews says “Consequently, when Christ came into the world, he said, "Sacrifices and offerings you have not desired, but a body you have prepared for me”. (The writer quotes from the Septuagint, a Greek translation of Psalm 40:6-8; the Psalm is different in most versions, because translations are based on the Masoretic texts .)
And of course, the Christmas story is about a pregnancy. It is about a pregnant pause… when the very fullness of God spent nine months preparing to be birthed, pushed out, into human history. The Word that was in the beginning with God and was God - spent 9 months growing in a mother’s womb, getting ready to come into the world in that most miraculous of ways, the miracle of birth.
The Christmas story is symbolic of a larger truth - anytime God touches this world it is to give new life, to bring to birth to a new movement of the Holy Spirit.
But, we need to remember that the original Christmas was not just the beginning of something – it was the end of something as well. Every new beginning also means something has come to an end.
For the Savior to be born, the closeness and “oneness” that Mary felt with the baby inside her – that Pregnant Pause – had to come to an end. In a similar way, there are times in our lives when that “pause” must come to an end, in order for God’s activity in our spirits, in our lives, to move forward.
During her pregnancy, when when she want to meet with her older relative Elizabeth, she sang the song of praise we call “The Magnificat” – “My soul magnifies the Lord” – and among the things she celebrated was the fact God had “brought down the powerful from their thrones, and lifted up the lowly; he has filled the hungry with good things, and sent the rich away empty.” She foreshadowed the struggles that would happen, and which still happen, when the powers that be are challenged by the power of God.
After her pregnant pause, Mary would let her son go – only to have her soul pierced as she saw him suffer and die. After a very painful pause, that loss gave birth to a new hope when her son was resurrected to new and eternal life.
When we are willing, as Mary was, to give ourselves over to God’s purposes, it will mean change, and suffering. But we have the promise that it also means new birth, new life, and that nothing in all creation will separate us from the love of God which is ours in Christ Jesus our Lord.
Invite yourself and your congregation to listen for God calling us to take on a task, a challenge, or to make a change. In this time, may we have the faith of Mary, and respond “Here am I, the servant of the Lord; let it be with me according to your word.”
Bob Dean is a retired Elder in the Iowa Annual Conference.
Memorándum para los que predican
19 diciembre, 2021 – Cuarto domingo de Adviento (Año C)
Miqueas 5:2-5a: Lucas 1:47-55; Hebreos 10:5-10; Lucas 1:39-45
Por Rvdo. Bob Dea (bob.dean@iaumc.net)
“Una Pausa Preñada”
Cuando estamos inciertos acerca de lo que traerán unos cambios, nos ponemos incómodos, nos sentimos estresados, quizás dudamos nuestra fe. La incertidumbre parece llenar nuestra nación y nuestra denominación. Pero en estas lecturas encontramos cómo la fe puede ayudar a guiarnos hacia un futuro desconocido.
Historia verdadera: un grupo juvenil en la primera parte de la década 1970 estaba ayudando con el programa Navideña de la iglesia. Para dar una actitud más contemporánea a la historia tan conocida, planeaban usar la Nueva Traducción Viviente.
La noche del programa, la hija del pastor estaba leyendo: “Llevó consigo a María, su prometida, cuyo . . .” y entonces había una pausa. Entonces continuó: “ . . . estaba encinta.”
Continuó con el resto de la lectura sin pausas. Después, sus amigos le preguntaron acerca de la pausa larga. Al último momento ella había tenido una “crisis de duda” – dudando que la congregación bastante conservadora de su padre estaban listos oír la traducción de la NTV: “Llevó consigo a María, su prometida, cuyo embarazo ya estaba avanzado.”
Es posible que tuviera razón acerca de la presteza de la congregación para oír la historia tan conocida traducida tan francamente, la verdad es, Dios es un dios de expectación, un Dios quien siempre “está embarazado con posibilidades”, un Dios de nacimiento.
En toda la Biblia encontramos imágenes de Dios haciendo nacer nueva vida. En Miqueas: “ . . . de ti ha de salir el que será Señor en Israel . . . Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz . . .” Éste será una persona fuerte que apoya a otros, quien “ se levantará y los apacentará con el poder de Jehová.”
El autor de Hebreos dice “Por lo cual, entrando en el mundo dice: ‘Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo.” (El escritor cita del Septuagenario, una traducción griega de Salmos 40:6-8; el Salmo en la mayoría de versiones es diferente porque las traducciones se basan en los textos Masoréticos.)
Y claro, la historia Navideña trata con el embarazo. Es acerca de una pausa preñada . . . cuando la plenitud misma de Dios pasó nueve meses preparándose para ser nacido, expulsado, a la historia de la humanidad. El Verbo que desde el comienzo estaba con Dios y era Dios – pasó 9 meses creciendo en el vientre de una madre, preparándose para entrar en el mundo en las manera más milagrosa de todas, el milagro del nacimiento.
La historia Navideña es simbólica de una verdad más grande – cuando quiera que Dios toque este mundo es para dar nueva vida, para hacer nacer en un movimiento nuevo del Espíritu Santo.
Pero, hemos de acordar que la Navidad original no fue solamente el comienzo de algo – también fue el fin de algo. Cada nuevo comienzo también significa algo más ha llegado a su fin.
Para que el Salvador sea nacido, la proximidad y la “unidad” que María había sentido con el bebé dentro de ella – esa Pausa Preñada – había llegado a su fin. En una manera semejante, hay veces en nuestras vidas cuando esa “pausa” ha de llegar a un fin, para que la actividad de Dios en nuestros espíritus, en nuestras vidas, pueda adelentar.
Durante su embarazo, cuando fue a juntarse con Isabel su familiar más vieja, cantó la canción de alabanza que nombramos “El Magnificat” – “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” – y entre las cosas que ella celebró fue el hecho de que Dios había quitado “de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos envió vacíos.” Presagió las luchas que ocurrirían, y que todavía ocurren, cuando los poderes que existen son desafiados por el poder de Dios.
Después de su pausa preñada, María soltaría a su hijo – y con eso su alma fue quebrada como lo vio sufrir y morir. Después de una pausa dolorosa, esa pérdida dio a luz a una nueva esperanza cuando su hijo fue resucitado a vida nueva y eterna.
Cuando estemos dispuestos, como lo fue María, a entregarnos a los propósitos de Dios, significará cambio, y sufrimiento. Pero tenemos la promesa que también significa nuevo nacimiento, nueva vidas, y que nada en toda la creación nos separará del amor de Dios que en nuestro en Cristo Jesús nuestro Señor.
Invítese a Ud. mismo y a su congregación que escuchan para el llamado de Dios que aceptemos una carga, un desafío, o que hagamos un cambio. En esta temporada, que tengamos la fe de María, y que respondamos “Aquí está la/el sierva/o del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.”
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Bob Dean es presbítero jubilado en la Conferencia Anual de Iowa.