Versión en español después del inglés
December 20, 2020 – Fourth Sunday in Advent
Luke 1:26-38, 46b-55
So why doesn’t God chose people with a multipage resume of spiritual accomplishments? And when God says “do this magnificent thing for me,” why don’t we hear a cocky reply like “of course, I can do this magnificent thing for you”?
More often than not, God chooses the unlikely. God assigns undoable tasks. God seems utterly uninterested in ability. Rather God wants faithfulness and a willingness to simply bow one’s head and say, “Here I am, the servant of the Lord; let it be with me according to your word.”
We can probably imagine that up until the angel showed up, Mary’s life was progressing quite comfortably. Then the angel announces a new plan and Mary’s old life is over. What is asked of Mary is unique, unprecedented, unfathomable: she is to serve as the intersection between earth and heaven, she is to allow God take on flesh inside her. And yet, isn’t a similar thing asked of us? Aren’t we to live at the intersection between earth and heaven?
We should cherish Mary’s devotion to God and being attentive to the voice of an Angel. Perhaps in devoting our attention to looking for the online bargain, or decorating the ideal tree, or stringing the best outdoor lights, we might miss hearing a message from the Divine in an Advent devotion, or a quiet moment in prayer, or in volunteering to help.
We should marvel at Mary’s readiness to say ‘yes’ to God and to live as an expectant Mother. We may expect to see Christ in familiar carols, only to be surprised in recognizing Christ in the sound of an ICC ventilator. We may expect Christ to be revealed to us in our well-lit and decorated homes and churches and be startled to find Christ on a street corner holding a sign that says “I’m hungry,” or “I’m homeless,” or “I’m unemployed.”
Ernest Hemingway was injured in World War I while working as an ambulance driver. Doctors pulled 237 pieces of shrapnel out of his body and he spent six months in a hospital ward recovering. He was surrounded by other patients recovering from their wounds and became fascinated by how differently they waited through the seemingly endless days of recovery. Some distracted themselves with small entertainments. Others cried out in lament, and still others pondered the depths of their lives.
It may have been during this time that Hemingway figured out plotlines that depicted a lead character waiting for combat to begin or waiting for a bull to start charging or waiting for rescue at sea. Hemingway’s thesis is that waiting does not break us. Rather it reveals us. Waiting reveals those with souls filled with the gravitas in waiting to draw closer to God. I believe that is one of the reasons Christians celebrate a season of Advent, a season of waiting, ahead of the Christmas holiday. (And why our faith is an anchor during this pandemic.)
So, friends, use these final days of the Advent season to ready yourself to answer “yes” to a God who comes to you and wants to take up residence in your heart and in your life. Ready yourself to answer “yes” to a God who is calling you to live at the intersection between earth and heaven. Ready yourself to magnify the Lord and sing of Christ by feeding the hungry, clothing the naked, forgiving the guilty, welcoming the unwanted, caring for the ill, and loving God and others—even your enemies–as you do yourself.
The Rev. Dr. Jacqueline K. Thompson serves as pastor of Burns United Methodist Church in Des Moines, Iowa. Memo for Those Who Preach is a resource prepared by volunteers in the Iowa Annual Conference of The United Methodist Church.
Memorándum para los que predican
20 diciembre, 2020 – Cuarto domingo en Adviento
Lucas 1:26-38; 46b-55
Traducción del Rev. Paul I. Burrow.
¿Por qué no escoge Dios a personas con una hoja de vida de múltiples páginas sobre sus logros espirituales? Y cuando Dios dice ‘haz esta cosa magnífica para mí,’ ¿por qué no oímos un respuesta arrogante como ‘claro, yo puedo hacer esta cosa magnífica para ti’?
La mayoría de las veces, Dios escoge a los improbables. Dios asigna tareas inviables. Dios parece ser completamente desinteresado en capacidad. En vez de eso, Dios quiere fidelidad y una disposición de simplemente hacer una reverencia y decir, “Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.”
Probablemente podemos imaginarnos que hasta que apareció el ángel, la vida de María estaba progresando bastante confortablemente. Entonces el ángel anuncia un nuevo plan y la vida anterior de María ya ha terminado. Lo que es pedido de María es único, sin precedentes, incomprensible: ella ha de servir como la intersección entre la tierra y el cielo, ella ha de permitir que Dios se pone carne dentro de ella. Pero, todavía, ¿no es que Dios nos pide algo semejante de nosotros? ¿No es que hemos de vivir en la intersección entre la tierra y el cielo?
Debemos valorar la devoción de María hacia Dios y que ella fue atenta a la voz de un Ángel. Quizás en devotar nuestra atención a buscar una ganga en línea, o decorar el árbol ideal, o poner las mejores luces afuera, es posible que perdamos oír un mensaje del Divino en una devoción de Adviento, o un momento callado en oración, o en hacernos voluntarios para ayudar.
Debemos maravillarnos en la presteza de María a decir “que sí” a Dios y a vivir como una Madre embarazada. Es posible que esperamos ver a Cristo en los villancicos familiares, pero de repente estamos sorprendidos cuando reconocemos a Cristo en el sonido de un ventilador en un cuarto de la Unidad de Cuidados Intensivos. Es posible que esperamos que Cristo nos sea revelado en nuestras casa bien iluminadas y decoradas, pero estamos sorprendidos encontrar a Cristo en una esquina con un cartel que dice Tengo hambre, o Soy sin hogar, o Soy desempleado.
Ernest Hemingway fue herido en la Primer Guerra Mundial mientras trabajaba como conductor de ambulancia. Los médicos sacaron 237 pedazos de metralla de su cuerpo y él pasó seis meses en un hospital recuperando. Estaba rodeado de otros pacientes recuperando de sus heridas y se hizo fascinado por cuán diferentemente esperaban por lo que parecía días interminables de recuperación. Algunos se distraían con entretenimientos pequeños. Otros gritaban en lamentaciones, y otros meditaban sobre las profundidades de sus vidas.
Es posible que fue durante este tiempo que Hemingway resolvió los argumentos que representaban a un carácter de mayor importancia esperando que comience el combate, o esperando que ataque el toro, o esperando rescate en la mar. El tesis de Hemingway es que el esperar no nos quiebra. En vez de eso, nos revela. El esperar revela a ellos con almas llenadas con la seriedad en esperar para acercarse más a Dios. Creo que ésta es una de las razones por qué cristianos celebran la estación de Adviento, una estación de esperanza, antes del día festivo de la Navidad. (Y es por qué nuestra fe es una ancla durante esta pandemia).
Así que, amigos y amigas, que usen estos días finales de la estación de Adviento para prepararse a contestar “que sí” a un Dios que viene a ti y quiere instalarse en tu corazón y en tu vida. Prepararse a contestar “que sí” a un Dios que te está llamando a vivir en la intersección entre la tierra y el cielo. Prepararse a glorificar al Señor y cantar de Cristo por dar comida a los hambrientos, dar ropa a los que no la tienen, perdonar a los culpables, dar la bienvenida a los indeseados, cuidando a los enfermos, y amando a Dios y a otros – aún a tus enemigos – como lo haces para ti mismo.