
School lunches
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March 23, 2025 Third Sunday in Lent
Isaiah 55: 1-9; Psalm 63:1-8; 1Cor. 10: 1-13; Luke 13: 1-9
It has never been true that the Old Testament presents a God of wrath and judgment, while the New Testament’s God is full of grace, forgiveness and mercy. Indeed, our lectionary readings for today show just the opposite.
Isaiah 55: 1 describes a surprising, astounding grace: “Come, buy wine and milk without money and without price!” What a revelation for a people in oppressive exile, hounded to assimilate, trapped in a hostage, second class statis where nothing in life is guaranteed and there are no free lunches. Yet God proclaims: “He who has no money, come, buy and eat!” Can this be true in such an oppressive time?
Can it be true in our time? As our leaders argue budgets, taxes, and children’s free lunches, doing the math and tallying the deficit, this ancient prophet of Israel says there are free lunches with God. That even in the leanest of times and in the harshest environments, God’s loving-kindness can not be measured, quantified, horded, or withheld by human hand. The oppressor offers a bread and circus that does not ultimately satisfy our heart of hearts. Verse 6 is not only a perfect summary of the meaning and power of this Season of Lent, but it is the key to Israel’s (and Christianity’s) continuing power and relevance: “Seek the Lord while he may be found, call upon him while he is near; Let the wicked forsake their way, and the unrighteous their thoughts; let them return to the lord, that God may have mercy on them…”. Our trust in the unfailing love and grace of God is how our people continue to move our world toward the beloved community of God. That trust is precisely how a prisoner nation like Israel became a “destination nation” for the work of God (verse 5). Ultimately God’s grace defies a tallying. It is a mystery. “For my thoughts are not your thoughts, neither are your ways my ways, says the Lord.”
The parables of the prodigal son (Lk 15) and of the workers in the vineyard (Mt 16) point to this same mystery. It confuses us; it angers us; it also saves us and our world.
Mystery also figures in the Gospel reading from Luke 13: the mystery of tragedy. We cannot explain grace, nor can we understand the randomness of heartache and tragedy. But the greater tragedy is allowing catastrophe—human-made or natural—to distract us from knowing and trusting God. As with Grace, trying to understand or tally statistics as to why evil happens to some and not to others only distracts and embitters us and even tatters our faith. God’s ways are not our ways. We’re not going to figure that one out. What Jesus wants us to pay attention to is not what happened to others, but what we have control over—our journey with God and each other. His parable of the fig tree (appearing only in Luke) is a kind of warning about God’s grace. To the people of His day, Jesus is recognizing how close His beloved Israel is to
Destruction. But on an individual level, Jesus’ parable is a kind of warning about God’s grace. We are living on borrowed time. God’s grace is meant to produce fruit. To seek that Grace and not allow it to change us is just playing games with God’s most precious gift. Voltaire once remarked “Of course God will forgive me, that’s His Job.” That kind of presumption reduces grace to codependency.
Dietrich Bonhoeffer calls it “Cheap Grace.”
Cheap grace is the grace we bestow on ourselves…the preaching of forgiveness without requiring repentance….Cheap grace is grace without discipleship….”Grace alone does everything,” they say, “so everything may remain as it was before.” Costly grace is the gospel which must be sought again and again, the gift which must be asked for, the door at which a [person] must knock….It is costly because it costs a [person] their life, and it is grace because it gives a [person] the only true life.*
So there is a corrective, a corollary to Isaiah’s bold proclamation of the mystery of Grace: God does look for fruit! God Knows our hearts and knows when we are playing games with Divine promises. True Grace changes us—not just in the next life, but right now! Check out the Fruits of the Spirit—Gal. 5: 22-23. It would seem that just as the Old Testament is still in conversation with the New, so is God’s Grace still in conversation with God’s judgment. It is that conversation that makes our Lenten journey so vital.
*The Cost of Discipleship, D. Bonhoeffer, pg. 46-47, Macmillan Press, 1978
Paul Wilcox is a retired Elder in the Iowa Annual Conference, now living in The Twin Cities and enjoying the warmth of Children and Grandchildren, a wood burning fireplace, and the warm hearts of the folks at Hamline UMC in St. Paul.
Los Caminos de Dios no son Nuestros Caminos
Memorándum para los que predican
23 marzo, 2025 – Tercer domingo en la Cuaresma
Isaías 55:1-9; Salmos 63:1-8; 1 Corintios 10:1-13; Lucas 13:1-9
Por Rvdo. Paul Wilcox
Traducción por Paul I. Burrow
Jamás ha sido verdad que el Antiguo Testamento presenta a un Dios de ira y juicio, mientras el Nuevo Testamento es lleno de gracia, perdón, y misericordia. De verdad, nuestras lecturas del leccionario para hoy muestran exactamente el opuesto.
Isaías 55:1 describe una gracia sorprendente y asombrosa: “¡Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin precio!” Qué revelación para un pueblo en exilio opresivo, perseguido a asimilar, atrapado en estado de segunda clase y como secuestrados donde no hay nada en la vida que es garantizada y no hay almuerzo gratuito. Pero Dios proclama: “Aunque no tengáis dinero, ¡venid, comprad y comed!” ¿Puede ser la verdad esto en tal tiempo opresivo?
¿Puede ser la verdad en nuestro tiempo? Como nuestros líderes discuten presupuestos, impuestos, y almuerzos gratuitos para niños, haciendo las matemáticas y contando el déficit, este profeta anciano de Israel dice que hay almuerzos gratuitos con Dios. Que aún en tiempos austeros y en ambientes severos, el cariño de Dios no puede ser medido, cuantificado, guardado, ni retenido por mano humana. El opresor ofrece un pan y circo que al fin no satisface nuestro fuero interno. Versículo 6 no es resumen perfecto del significado y poder de esta Estación de Cuaresma, pero es la clave al poder y relevancia que sigue de Israel (y del cristianismo): “¡Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano! Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia . . .” Nuestra confianza en el amor y la gracia constantes de Dios es cómo nuestra gente siguen guiando a nuestro mundo hacia la comunidad bienamada de Dios. Esa confianza es exactamente cómo una nación que prisionero como Israel se convirtió en una “nación de destino” para el trabajo de Dios (versículo 5). Últimamente la gracia de Dios desafía intentos de contar. Es misterio. “‘Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos,’ dice Jehová.” Las parábolas del Hijo Prodigo (Lucas 15) y de los obreros de la viña señalan este mismo misterio. Nos confunde; nos enfada; también nos salva a nosotros y a nuestro mundo.
El misterio también es parte es la lectura del Evangelio de Lucas 13: el misterio de la tragedia. No podemos explicar gracia, ni podemos comprender arbitrariedad de la angustia y la tragedia. Pero la tragedia más grande es dejar que la catástrofe – sea hecha por humanos o la naturaleza – nos distraiga de conocer y confiar de Dios. Como con la Gracia, tratando de comprender o contar estadísticas para comprender por qué la maldad ocurre a algunas personas y no a otras solamente nos distrae y nos amarga y aún comienza a destruir nuestra fe. Los caminos de Dios no son los caminos de nosotros. No vamos solucionar eso. Lo que Jesús quiere que notemos no es lo que ha ocurrido a otros, sino sobre lo que tenemos control – nuestro camino con Dios y con otras personas. Su parábola de la higuera (que solamente aparece en Lucas) es clase de advertencia acerca de la gracia de Dios. A la gente de su día, Jesús reconoce cuán cerca su bienamado Israel está a la destrucción. Pero en nivel individual, la parábola de Jesús es advertencia acerca de la gracia de Dios. Vivimos tiempo prestado. La gracia de Dios es para producir fruto. El buscar es Gracia y no dejar que nos cambie simplemente es jugar con el don más precioso de Dios. Voltaire una vez dijo “Claro Dios me perdonará, eso es Su Trabajo.” Esa clase de presunción reduce la gracia a codependencia.
Dietrich Bonhoeffer lo nombra “Gracia Barata.”
La gracia barata es la gracia que nos conferimos a nosotros mismos . . . el predicar sobre el perdón sin requerir el arrepentimiento . . . La gracia barata es gracia sin el discipulado . . . “La gracia por sí sola hace todo,” dicen, “así que todo puede ser cómo era antes.” La gracia costosa es el evangelio que ha de ser buscado una vez y otra, el don que ha de pedir, la puerta a la cual una [persona] tiene que llamar . . . Es costosa porque cuesta a la [persona] su vida, y es gracia porque le da a una [persona] la única vida verdadera.*
Así que hay correctivo, un corolario a la proclamación audaz de Isaías del misterio de la Gracia: ¡Dios sí espera fruto! Dios conoce nuestros corazones y sabe cuando jugamos con las promesas divinas. ¡La Gracia verdadera nos cambia – no solamente en la próxima vida, sino ahora mismo! Véase los frutos del Espíritu – Gál. 5:22-23. Parecería que tal como el Antiguo Testamento todavía conversa con el Nuevo, así también la Gracia de Dios todavía conversa con el juicio de Dios. Es esa conversación que hace tan vital nuestra peregrinación de la Cuaresma.
*El Costo del Discipulado, D. Bonhoeffer, pp. 46-47, Macmillan Press, 1978.
El Rvdo. Paul Wilcox es presbítero jubilado en la Conferencia de Iowa, ahora viviendo en la ciudades gemelas y disfruta del calor de sus hijo y nietos, de una estufa de leña, y de los corazones calientes de la IMU Hamline en St. Paul.