The J. Paul Getty Museum The J. Paul Getty Museum, Los An
Jesus Heal a Bleeding Woman
Healing of a Woman with an Issue of Blood, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, TN. https://diglib.library.vanderbilt.edu/act-imagelink.pl?RC=57961 [retrieved June 17, 2024]. Original source: http://www.getty.edu/art/collection/objects/2048/unknown-brother-philipp-the-healing-of-a-woman-with-an-issue-of-blood-german-about-1400-1410/.
Leer en español después de la versión en inglés.
June 30, 2024 – Sixth Sunday after Pentecost
2 Samuel 1:1, 17-27; Psalms 130, 2 Corinthians 8:7-15; Mark 5:21-43
The reader of the Gospel of Mark has a lot of important context to consider. "If I can touch his robe, I will be healed." Jesus turned around, and when he saw her, he said, "Daughter, be encouraged! Your faith has made you well" (CEB).
Of cultural importance in this passage is that Jesus was wearing a robe with fringes called tefillin, also known as tassels or tzitzit (Hebrew). This is an outer Jewish religious garment given to male Jewish children who, upon turning thirteen, have spent deep study of the Torah and then chant and read the lectionary portions during the Sabbath (nowadays called a bar or bat mitzvah). This information helps us understand that this woman touched sacred clothing. The woman’s fear shows both that she honors the sacredness of these garments but also that she fears she may have dishonored Jesus by touching them. She is unclean from bleeding. No rabbi would touch someone unclean, let alone a woman, and one not from the dominant faith tradition of the time. She was terrified. She touched the religious tzitzit of an important Jewish figure—perhaps even the Jewish Messiah! He was nothing like her. She was multi-marginalized, at the bottom of the social community, an outcast.
Given this, when Jesus asks who touched him, she is overwhelmed with an acute sense of unworthiness and likely also shame. She falls to her feet expecting admonition, something she was likely accustomed to.
What follows should be received by all readers as a deep blessing. Rather than anger, Jesus both heals this woman and speaks to her with tenderness and encouragement. Jesus' heartfelt words are as healing to her (and us) as her bodily healing.
Consider this: How often do we turn to God worried we have screwed up? We worry we have offended God and now we are going to ‘get it’. This beautiful example shows us that as we reach out to God, He isn’t waiting to snap at our misdemeanors. Jesus (it seems to me) asks who touched him because he wanted to personally encounter this dear woman. This is a pastoral reminder: Jesus wants to make us whole, not through a process like throwing a shrinky dink in the oven to melt out the bad, but through walking with a personal Savior who cares about us personally. He doesn’t just want to heal us; He wants us to realize we are uniquely loved and known.
Each story of healing in the Gospels speaks to Jesus healing unique people in unique contexts. The leader of the synagogue asks Jesus to come with him to heal his daughter (who, we are told later, dies). Yet we know Jesus was able to heal from afar (recall the story of the Roman centurion’s sick servant in Matthew 8 and Luke 7). In this case, Jesus comes with the man, and we catch a sense of the whole scene, including people incredulously laughing. The story unfolds as a dramatic healing in front of both parents. Then Jesus quickens the inner mother in us (in me, anyway): "Give her something to eat."
The completeness of care for the people Jesus encounters in this small passage in Mark highlights that our physical healing is secondary to the examples of how Jesus cares for us by way of complete flourishing—and this always includes our unique emotional state of being.
Dr. Wendy Zadeh is a neurologist at Broadlawns Medical Center in Des Moines, Iowa.
Sanado Completamente
Memorándum para los que predican
30 junio, 2024 – Sexto domingo después de Pentecostés
2 Samuel 1:1, 17-27; Salmos 130, 2 Corintios 8:7-15; Marcos 5:21-43
Por la Rvda. Wendy Zadeh
Traduccion por Paul I. Burrow
El lector del Evangelio de Marcos tiene mucho contexto importante para considerar. “Si toco tan solo su manto, seré salva.” Jesús se volvió y cuando la vio, dijo, “Hija, tu fe te ha salvado.” (RVR95).
De importancia cultural en esta lectura es que Jesús llevaba un manto con flecos nombrados tefillin, también conocidos como borlas o tzitzit (hebreo). Éste es un vestido para llevar afuera que fue dado a los niños judíos quienes, al cumplir los trece años, han tenido estudio profundo del Torá y entonces cantan y leen las porciones del leccionario durante el Sábado (estos días llamados un bar o bat mitzvah). Esta información nos ayuda a comprender que esta mujer tocó ropa sagrada. El miedo de la mujer indica que ambos que honra lo sagrado de estos vestidos pero también teme que es posible que haya deshonrado a Jesús por tocarlos. Ella es impura a causa del flujo de sangre. Ningún rabino tocaría a una persona impura, y mucho menos a una mujer, y una que no es de la tradición dominante de la época. Ella estaba aterrorizada. Tocó las tzitzit religiosos de una figura importante judío – ¡quizás aún el mesías judío! Él no era nada como ella. Ella era marginada por muchas cosas, estaba en la parte más abajo de la comunidad social, fue paria.
Dado esto, cuando Jesús pregunta quién lo tocó, ella es inundada con un sentido agudo de no merecer nada, y sin duda siente vergüenza también. Cae a los pies esperando amonestación, algo a que sin duda estaba acostumbrada.
Lo que sigue deber se recibido por todos lectores como una bendición profunda. En vez de ira, Jesús ambos cura a esta mujer y le habla con ternura y ánimo. Las palabras sinceras de Jesús son una curación tanto a ella (y a nosotros) como su curación del cuerpo.
Considere esto: ¿Cuán frecuentemente nos volvemos a Dios preocupados que hemos hecho mal? Nos preocupamos que hemos ofendido a Dios y ahora vamos a recibir nuestro castigo. Este ejemplo hermoso nos muestra que como estiremos el brazo a Dios. No está esperando para gritar a nuestras faltas. Jesús (me parece a mí) pregunta quién lo tocó porque quería encontrarse personalmente con esta mujer querida. Éste es un recordatorio pastoral: Jesús quiere hacernos completos, no mediante un proceso como echar un “shrinky dink” en el horno para derretir lo malo, sino por caminar con nuestro Salvador personal quien nos cuida a nosotros personalmente. No quiere simplemente curarnos; quiere que nos demos cuenta de que somos amados y conocidos únicamente.
Cada historia de curación en los Evangelios habla acerca de Jesús curando a personas únicas en contextos únicos. El líder de la sinagoga le pide que Jesús venga con él para curar a su hija (quien, nos dice más tarde, muere). Pero sabemos que Jesús sí podía curar desde lejos (piense en la historia del sirviente del centurión romano en Mateo 8 y Lucas 7). En este caso, Jesús viene con el hombre, y agarramos un sentido de toda la escena, incluyendo personas riéndose incrédulamente. La historia se desarrolla como una curación dramática delante de ambos padres. Entonces Jesús estimula la madre interna de nosotros (pues de mí, de todos modos): “Dale algo de comer.”
La completud del cuidado a las personas con quienes Jesús se encuentra en esta lectura corta en Marcos recalca que nuestra curación física es secundaria a los ejemplos de cómo Jesús nos cuida a nosotros por florecer completamente – y esto siempre incluye nuestro estado de ser emocional.
La Dra. Wendy Zadeh es neuróloga del Centro Médico Broadlawns en Des Moines, Iowa.