
La Biblia Sancta
The Holy Bible in Spanish (Courtesy of Dalton Rushing/Creative Commons)
Domingo 12 julio, 2020 – Sexto domingo después de Pentecostés
Génesis 25:19-34 o Isaías 55:10-13; Salmos 119:105-112 o Salmos 65; Romanos 8:1-11; Mateo 13:1-9, 18-23
“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2 RVR95*)
Durante las semanas pasadas, frecuentemente me he preguntado qué diría Bill Cotton (el autor de la mayoría de estos mensajes) sobre lo que ocurre en nuestro país ahora. Bill ahora es bajo el cuidado de hospicio y todo un equipo de personas ha tomado la responsabilidad de seguir escribiendo este memorándum para los que predican. Con las protestas y manifiestos del Movimiento Vidas Negras Importan, me acuerdo de un incidente en su vida al cual Bill se refirió varias veces. Cuando Bill comenzó a asistir a la Perkins School of Theology era una escuela segregada racialmente. Sin embargo, mientras él estaba allá, los profesores de Perkins tomaron posición diciendo que demandaron que la escuela matriculara a estudiantes de todos colores. Los profesores literalmente estaban poniendo a riesgo sus trabajos – su sustento – por una causa (una causa muy importante). Y, al fin y al cabo, la administración sí integró a Perkins.
En los primeros versículos del octavo capítulo de su carta a los romanos, Pablo trata con una situación semejante. Frecuentemente tengo una relación de amor-odio con Pablo, pero este octavo capítulo definitivamente cae en la categoría de amor. Como leemos de “la ley del pecado y de la muerte” (8:2) hoy, frecuentemente perdemos la importancia de lo que Pablo dice. Pablo desafía a sus seguidores que dejaran “la Ley” – la cual Dios les había dado. Ésta no era una petición pequeña (o quizás con Pablo era una demanda). La Ley con que habían crecido, a la se habían acostumbrado, y que había guiado cada aspecto de sus vidas diarias – ya debían de abandonarla para que pudieran aceptar “el Espíritu de vida en Cristo Jesús” y para pudieran ser librados. Éste era un asunto que demandaba discernimiento y consideración seria.
Nos encontramos en una situación semejante hoy. ¿Hemos de obedecer la reglas, las regulaciones, y las leyes que han creado un racismo sistémico en nuestro país – frecuentemente un racismo que nosotros que somos blancos, varones, y privilegiados ni siquiera nos damos cuenta de que existe. He sido bien animado por los líderes de fe que han sido manifestando en el capitolio (y en otros lugares) que han tomado la decisión que la libertad del Espíritu de Dios es para todos, y que las leyes humanas, mientras que son conocidas y cómodas, frecuentemente nos llevan al pecado y a la muerte. Cuando así es la situación, Dios nos llama a levantarnos en protesta y tomar una posición por la libertad que Dios quiere para todas su creación.
Me acuerdo cuando yo era un profesor joven en los ochenta. Asistí a una reunión del “distrito” de la Asociación de Profesores en Ottumwa. Tres otros profesores de Oskaloosa habían ido a Ottumwa con nosotros. De regreso, hablábamos de cómo podríamos ganar unas cosas contractuales que nuestros miembros necesitaban. La idea surgió de tener una huelga de los profesores, y yo comenté que jamás participaría ni sería líder de una huelga por era contra la ley. Estaba muy sorprendido en la reacción de todos mis tres colegas. Uno tras otra tras otro me dijeron que algunas veces hay que tomar acciones que van contra las reglas, las regulaciones, y aún contra la ley para crear un cambio necesario. En ese momento, no podía comprender por qué eran tan vociferantes en su oposición a lo que había dicho. Más tarde descubrí que antes de que existiera la ley sobre la negociación colectiva que fue firmada por el Gobierno Robert Ray, los profesores en Oskaloosa habían encerrado sus contractos que habían sido ofrecidos, y negaron a firmarlos porque faltaba un aumento adecuado en salario en aquellos contractos. La Junta Escolar tuvo que reconsiderar lo que ofrecían a los profesores. Esto se convirtió en ímpetu para crear Capítulo 20 – la ley sobre la negociación colectiva para empleos públicos. [Apoyo para la negociación colectiva es una posición de larga duración en la Iglesia Metodista Unida – vea La Disciplina 2016 ¶163, b – de nuestros Principios Sociales.] Jamás tuve que tomar mi Asociación a una huelga, pero sí los llevé a arbitraje dos veces (lo cual fue una provisión del Capítulo 20). Aún entonces, no lo hice fácilmente. Tomé tiempo para discernir si éste era el paso correcto – el paso necesario – y entonce aseguré que los líderes y los miembros de la Asociación estaban de acuerdo conmigo.
Pablo tiene mucho cuidado en estos primeros versículos del capítulo de hacer una distinción entre lo que humano y lo que es divino o espiritual. Necesitamos hacer la misma distinción. Diciendo simplemente que “Dios me dijo hacerlo” no es suficiente. Hemos vistos asesinos, abuso, y otros crímenes realizados demasiado frecuentemente en el nombre de Dios. Pablo dice que “los que son del Espíritu . . . [piensan] en las cosas del Espíritu,” (8:5b) y “el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (8:6). Siempre hemos de preguntarnos (y tenemos que ser verídicos con nosotros mismos) si nuestras acciones son para nuestro propio beneficio o para el beneficio de toda la creación de Dios.
Recientemente, aquí en Iowa, un jugador afro-americano para el equipo de Charles City fue mofado con insultos raciales. El Superintendente de Escuelas (un ex-estudiante mío) tomó una posición firme, denunciando los insultos, y apoyando al atleta estudiantil. Me pregunto si, como pastores, habríamos sido tan directos. Demasiado frecuentemente, como pastores, lo encontramos más fácil ignorar las cuestiones difíciles que nos rodean en nuestra sociedad. Pero, cuando leemos bien nuestra Biblia, encontraremos que Jesús jamás ignoró las cuestiones difíciles. Como dice Jesús en la lectura del Evangelio, “El que tiene oídos para oír, oiga.”
Oración: Dios de gracia y de amor, ayúdanos a levantarnos para tu justicia para toda tu creación. Que pongamos a un lado la ley del pecado y de la muerte, y que aceptemos la libertad del Espíritu. Y, ¡que esa libertad sea extendida a todos! Oramos en el nombre santo de Cristo. Amén.
Pastor Paul Burrow es presbítero jubilado en toda conexión en la Conferencia Anual de Iowa. Ahora vive en Indianola.
* Nueva versión estándar de revisión de La Santa Biblia, Copyright 1996 por el Comité de Educación Cristiana del Consejo Nacional de Iglesias de Cristo, EE. UU. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.