Acts 2:1-21, Psalm 67, John 14:8-17 (25-27), Romans 8:14-17.
In the days leading up to Pentecost, the clergy pages on my social media feed are full of pictures of beautiful and creative chancel displays – flame-colored cloth artistically draped; pin wheels or windsocks or helium-filled balloons, origami birds beautifully hung and gently moving. While chancel decorations for Christmas and Easter may have settled into predictable traditional patterns, there is a freedom about Pentecost altar displays, and I like that. In a symbolic way, it reminds me that there is great – and unpredictable – freedom about how the Holy Spirit moves in our midst.
Pentecost was originally a Jewish harvest festival, “the feast of weeks” taking place five weeks after Passover, an occasion when faithful Jews from many lands gathered in Jerusalem. That’s what the followers of Jesus were doing, along with Jews from across the “Diaspora.” The Acts 2 text describes the disciples’ experience of the Holy Spirit using dramatic images: “And suddenly from heaven there came a sound like the rush of a violent wind, and it filled the entire house where they were sitting. Divided tongues, as of fire, appeared among them, and a tongue rested on each of them.” (Acts 2:1-3) Empowered by the Holy Spirit, these disciples rushed into the crowded streets where Peter proclaimed the Risen Christ with such passion that thousands became Christ-followers that very day. That’s why we call Pentecost the “birthday of the Church.” If this is your chosen text, have a great celebration of the power of the Spirit!
However, this year the images of wind and fire reminded me too much of wild fires racing across the dry lands of our country, and I found myself drawn more strongly to that intimate image of the Holy Spirit in John 14:14-17, where Jesus says, “If in my name you ask me for anything, I will do it. If you love me, you will keep my commandments. And I will ask the Father, and he will give you another Advocate, to be with you forever. This is the Spirit of truth, whom the world cannot receive, because it neither sees him nor knows him. You know him, because he abides with you, and he will be in you.” In this passage, John uses two key words for the third Person of the Trinity – Spirit (pneuma meaning “breath” in Greek), and Advocate (Greek parakletos meaning “one who is called to the side of another.”) Biblical scholars sometimes translate the word parakletos as Counselor, Comforter, Encourager, Helper or Intercessor.
Jesus’ promise to his disciples, as he was about to leave them, was that they would experience a divine presence who would comfort them in seasons of sorrow, counsel them in moments of discernment, strengthen and empower them in times of trial, encourage them in experiences of despair, advocate for them when they needed help, and always walk alongside of them as their friend and helper. Over the years, there were occasions when the congregations I served seemed on fire and propelled by a holy wind, but even more frequently I have experienced the presence of the Spirit who comes along side us as a wise Comforter and Advocate. I suspect you have too. Consider sharing some of those experiences in your Pentecost message.
In his letter to the Romans, the Apostle Paul uses the Greek word pneuma to describe the intimate connection between God’s Spirit and ours. “For all who are led by the Spirit of God are children of God. For you did not receive a spirit of slavery to fall back into fear, but you have received a spirit of adoption.” (Romans 8:14-15) Perhaps in your Pentecost message, you can proclaim this great news - that through the presence of the Holy Spirit we become children in the family of God.
Pentecost is the longest season of the Christian year, so you don’t have say everything about the Spirit on Pentecost Sunday. In the weeks after you’ve taken down those amazing altar displays, the miracle of Pentecost can and will come without a big crowd and special effects anytime we realize Who is witnessing within us and standing beside us. A verse from “Spirit, Spirit of Gentleness” (FWS 2120) reminds me of that this steady inner Advocacy of the Spirit is just as strong as fire and wind: “You call from tomorrow, you break ancient schemes, from the bondage of sorrow the captives dream dreams, our women see visions, our men clear their eyes, with bold new decisions, your people arise.” May it be so. Blessed Pentecost.
The Rev. Martha Dalton Ward is the author of Holy Moments: When Life and Faith Intersect. Before retirement, she and her husband Bob served as Co-Pastors in United Methodist Churches in Iowa for over 30 years.
Pentecostés: Es ambos Poderoso y Personal
Memorándum para los que predican
5 junio, 2022 – Pentecostés
Hechos 2:1-21; Salmos 67; Juan 14:8-17 (25-27); Romanos 8:14-17
En los días antes de Pentecostés, las páginas que tratan con los clérigos en mis redes sociales son llenas de fotos de arreglos hermosos y creativos para el antealtar – tela en color de llama puesta artísticamente; molinetes o mangas de viento o globos llenos de helio, pájaros de origami colgados hermosamente y moviendo suavemente. Mientras que es posible que las decoraciones del antealtar para la Navidad y el Domingo de la Resurrección hayan caído en patrones tradicionales y predecibles, hay una libertad acerca de los arreglos en el altar para Pentecostés, y me gusta eso. En una manera simbólica, me acuerda que hay gran – y impredecible – libertad sobre cómo mueva el Espíritu Santo entre nosotros.
Pentecostés era originalmente un festival judaico de la cosecha, “el festival de las semanas” ocurriendo cinco semanas después de la Pascua Judía, una ocasión cuando los judíos fieles de muchas naciones se juntaban en Jerusalén. Eso es lo que hacían los seguidores de Jesús juntos con judíos de todas partes de la “Diáspora.” El texto de Hechos 2 describe la experiencia que los discípulos tuvieron con el Espíritu Santo usando imágenes dramáticas: “De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.” (Hecho 2:1-3) Empoderados por el Espíritu Santo, estos discípulos corrieron a las calles atestadas don Pedro proclamó el Cristo Resucitado con tal pasión que miles se hicieron seguidores de Cristo ese mismo día. Eso es por qué llamamos Pentecostés el “cumpleaños de la Iglesia.” Si éste es el texto que Ud. ha escogido, ¡que tengan una gran celebración del poder del Espíritu!
Sin embargo, este año las imágenes de viento y de fuego me acordaron demasiado de incendios forestales avanzando rápidamente tras las tierras secas de nuestro país, y me encontré atraída más fuertemente a aquella imagen íntima del Espíritu Santo en Juan 14:14-17, donde Jesús dice, “Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros.” En esta lectura, Juan usa dos palabras claves para la tercera persona de la Trinidad – Espíritu (pneuma significando “aliento o respiración” en griego), y Consolador (griego parakletos significando “uno que es llamado al lado de otra persona”). Los expertos bíblicos algunas veces traducen la palabra parakletos como Consejero, Defensor, Él que Anima, Ayudante, o Mediador.
La promesa de Jesús a sus discípulos, como estaba para dejarlos, fue que experimentarían una presencia divina que los consolaría en tiempos de pena, los aconsejaría en momentos de discernimiento, los fortalecería en tiempos de pruebas, los animaría en experiencias de desesperación, abogaría por ellos cuando necesitaban ayuda, y siempre caminaría con ellos como su amigo y su ayudante. Con los años, había muchas ocasiones cuando las congregaciones a quienes servía parecían prendidas con energía e impulsadas por un viento sagrado, pero aún más frecuentemente he experimentado la presencia del Espíritu quien viene como Consolador sabio y como Mediador. Tengo sospechas que Ud. ha experimentado lo mismo. Considere usando algunas de estas experiencias en su mensaje para Pentecostés.
En su carta a los Romanos, el Apóstol Pablo usa la palabra griega pneuma para describir la conexión íntima entre el Espíritu de Dios y el nuestro. “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción . . .” (Romanos 8:14-15). Quizás en su mensaje para Pentecostés, Ud. puede proclamar estas grandes noticias – que mediante la presencia del Espíritu Santo has hacemos hijos en la familia de Dios.
Pentecostés es la estación más larga del año cristiano, así que no hay que decir todo acerca del Espíritu el domingo de Pentecostés. En las semanas después de que haya desmontado esos arreglo increíbles en el altar, el milagro de Pentecostés puede venir y vendrá con una multitud grande y efectos especiales cuando quiera que nos demos cuenta de Quien testifica dentro de nosotros y está a nuestro lado. Una estrofa del himno en inglés “Spirit, Spirit of Gentleness (Espíritu, Espíritu de Duluzura) me acuerda de que el apoyo firme y dentro de nosotros del Espíritu es tan fuerte como el fuego y el viento: “Nos llamas de mañana, rompes ideas y planes viejos, de la esclavitud de dolor los cautivos sueñan sueños, nuestras mujeres ven visiones, nuestros hombres limpian sus ojos, con decisiones audaces y nuevos, tu pueblo se levanta.” Que sea así. Que tenga un Pentecostés Bendecido.
Martha Dalton Ward es autora de Holy Moments: When Life and Faith Intersect (Momentos Sagrados: Cuando la Vida y la Fe Se Cruzan). Antes de jubilarse, ella y su esposo Bob sirvieron como Co-Pastores en iglesias metodistas unidas en Iowa durante más de 30 años.