Grapes on a vine
Without pruning, the harvest will be filled with sour grapes and vines that no one wants. (Photo by Stephan H. on Unsplash)
Versión en español después del inglés
May 2, 2021 – 5th Sunday of Easter
Texts: Acts 8:26-40; Psalm 22:25-31; 1 John 4:7-21; John 15:1-8
For the last few years, my husband and I have been growing hops along the side of our two-story house. These plants need a lot of height to thrive and a support structure to help them find their way. The first year, these perennial plants made it nearly to the gutter with about 3-4 vines per plant. Last year, the vines, leaves, and fruit were so abundant they all got tangled together with one another.
While it might have happened more gradually, one day I walked out to find ugly brown vines weaving their way through the chaos. Amid all that was alive, some of the vines were dying. After a lot of investigation, I discovered that they were all connected to a single branch that had been severed from the main stalk. It might have been bugs or the wind, or maybe it broke as we were adjusting the support, but every branch from that point on was dead because it was no longer connected to what gave it life.
As we are reminded in the gospel of John: “A branch can’t produce fruit by itself, but must remain in the vine. Likewise, you can’t produce fruit unless you remain in me… without me, you can’t do anything.” (15: 4, 5 CEB) We will die spiritually and are incapable of producing fruit when we are not connected to the true vine: Jesus Christ.
And yet, one of the first steps to producing fruit is to prune and trim the vines. From my experience growing hops, I know that if you get too many vines all growing from the same main branch, they can begin to diminish the production of the plant because all of the energy is going to making vines and leaves, rather than to bearing fruit. So as the plant grows, we prune back the excess and make sure that each vine has room to thrive.
The same theory applies to grapes. The sweetest and best grapes are found closest to the main vine and vine dressers will cut back the lateral vines so that all of the energy and nutrients go towards producing fruit. If they don’t, the harvest will be filled with small, sour grapes and a tangle of vines that no one wants.
There are so many things that tempt us and distract us into using our energy in ways that do not satisfy. We can all look back at times that we have stretched ourselves too thin or wandered far from the center of our faith in God. We fill our lives with things and activities and the fruit we produce for God is small and sour. In our faith walk, pruning happens through discernment, study of scripture, and faithful use of the word, “No.” When we let go of the things that distract us and spend time growing closer to God, we naturally begin to produce fruit.
Pastorally speaking, what do we say about those people who are dried up? The ones Jesus says will be gathered and thrown in the fire? Just like my branches were cut off by external forces, maybe these are folks who disconnected from God because of workplace stress or family responsibilities, disappointments, or doubts. Maybe it has simply been the stress and isolation of a pandemic that has caused some to struggle with remaining in the vine.
The lectionary reading from Acts today reminds us that the good news is also for those who were not part of the original vine. Psalm 22 reminds us that people will remember and return to the Lord. When we explore the fullness of scripture, we find stories about the prodigal coming home and grafting of new communities onto the family tree and so I have to believe that even branches that appear dead and dying can be restored by God’s grace. And I think that God uses us… the branches and leaves of Christ’s vine… to reach out and reconnect with those who are in danger of being cut off or who have long ago dried up. Through our prayers and calls and acts of mercy and kindness, the love of God that abides in you can overflow into your love for them.
The Rev. Katie Z. Dawson serves as pastor of Immanuel United Methodist Church in Des Moines, Iowa. Memo for Those Who Preach was created by the late Rev. Bill Cotton and has been carried on by a group of his friends and colleagues led by the Rev. Robert Dean. To subscribe, email Rev. Dean.
Memorándum para los que predican
2 mayo, 2021 – Quinto domingo de la resurrección
Hechos 8:26-40; Salmos 22:25-31; 1 Juan 4:7-21; Juan 15:1-8
Por Rvda. Katie Dawson
“Ramas Podadas y Desconectadas”
Durante los últimos años recientes, mi esposo y yo hemos estado creciendo lúpulo a lo largo del lado de nuestra casa de dos pisos. Estas plantas necesitan mucha altura para crecer muy bien y una estructura de apoyo les ayuda a crecer bien. El primer año, estas plantas perennes crecieron casi a la canaleta con 3-4 vides por planta. El año pasado, las vides, las hojas, y la fruta eran tan abundantes que se enredaron unos con los otros.
Mientras que es posible que hubiera ocurrido más gradualmente, un día caminé afuera y encontré vides feas, secas, y pardas que estaban tejiéndose por el caos. Entre todo que estaba vivo, algunas de las vides estaban muriendo. Después de mucha investigación, descubrí que todas estaban conectadas a una sola rama que había sido cortada del tallo principal. Es posible que era a causa de bichos o tal vez el viento, or quizás se rompió cuando ajustábamos el apoyo, pero cada rama de ese punto y adelante estaba muerta porque ya no tenía conexión a lo que le dio vida.
Como somos acordados en el evangelio de Juan: Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. . . separados de mí nada podéis hacer.” (15, 4,5 RVR95). Moriremos espiritualmente y somos incapaces de producir fruto cuando no estamos conectados a la vid verdadera: Jesucristo.
Pero todavía, uno de los primeros pasos para producir fruto es podar y recortar las vides. De mi experiencia en crecer lúpulo, sé que si hay demasiadas vides creciendo del mismo tallo principal, puede comenzar a disminuir la producción de la planta porque toda de la energía va a hacer vides y hojas, en vez de producir frutos. Así que como la planta crece, podamos y recortamos el exceso y aseguramos que cada vid tiene espacio para crecer bien.
La misma teoría se aplica a las uvas. Las uvas más dulces y las mejores se encuentran más cerca a la vida principal y los que crecen uvas recortan las vides laterales para que todas de la energía y los nutrientes van hacia la producción del fruto. Si no hacen esto, la cosecha será llenada con uvas pequeñas y agrias y un enredo de vides que nadie quiere.
Hay tantas cosas que nos tientan y nos distraen en usar nuestra energía en maneras que no satisfacen. Todos podemos reflexionar en tiempos cuando intentamos hacer demasiado y nos desviamos lejos del centro de nuestra fe en Dios. Llenamos nuestras vidas con cosas y actividades, y el fruto que producimos para Dios es pequeño y agrio. En nuestra peregrinación de fe, el podar ocurre mientras discernimiento, estudio de las escrituras, y el uso fiel de la palabra “No.” Cuando soltamos las cosas que nos distraen y pasamos tiempo creciendo más cerca a Dios, naturalmente comenzamos a producir fruto.
Hablando pastoralmente, ¿qué decimos acerca de esas personas que son secadas? Son los que Jesús dice que serán juntadas y echadas al fuego. Como mis ramas estaban cortadas por fuerzas externas, quizás estas son personas que se desconectaron de Dios a causa de estrés en trabajo o responsabilidades de la familia, desilusiones, o dudas. Quizás simplemente ha sido el estrés y el aislamiento de la pandemia que ha causado que unos luchen con quedando conectados a la vid.
La lectura de Hechos hoy nos acuerda que las buenas nuevas también son para los no eran parte de la vid original. Salmos 22 nos acuerda que personas sí recordarán y regresarán al Señor. Cuando exploramos la plenitud de las escrituras, encontramos historias acerca del pródigo regresando a casa y el injerto de nuevas comunidades en el árbol genealógico y por eso tengo que creer que aún las ramas que parecen ser muertas o muriendo pueden ser restauradas por la gracia de Dios. Y creo que Dios nos usa . . . las ramas y las hojas de la vid de Cristo . . . para alcanzar a y conectar de nuevo con los que están en peligro de ser cortados o con los que hace mucho tiempo se secaron. Por nuestras oraciones y llamadas y acciones de misericordia y bondad, el amor de Dios que mora en Ud. puede desbordar en su amor a ellos.