St Barnabas Window
A stained glass window in St Barnabas Church and Cemetery, South Arm, Tasmania, depicts the disciple nicknamed "the Encourager. (Wikimedia Commons Photo by Benbullen, CC-BY-SA-4.0)
Versión en español después del inglés
April 11, 2021 - Second Sunday of Easter, Year B
Acts 4:32-35 • Psalm 133 • 1 John 1:1-2:2 • John 20:19-31
At the end of this week’s Gospel lesson, the writer notes “Now Jesus did many other signs in the presence of his disciples, which are not written in this book. But these are written so that you may come to believe that Jesus is the Messiah, the Son of God, and that through believing you may have life in his name.”
That desire is echoed in the epistle lesson: “...we declare to you what we have seen and heard so that you also may have fellowship with us; and truly our fellowship is with the Father and with his Son Jesus Christ.”
That same attitude pervades the New Testament. God’s desire for us to be in fellowship is seen throughout the entire Bible. Yes, the Bible is a collection of books, testimonies, and letters, but it is more: the scriptures were written to change lives and restore relationships – with God and with one another (see verse 1 of the Psalm – also in our United Methodist Hymnal psalter No. 850).
In the lesson in Acts, Luke gives an example of the kind of dramatic change which the gospel made in the lives of the followers in the early Christian community in Jerusalem. Those who owned houses or land sold them, brought the money from the sale, and would lay it at the feet of the disciples. This money was then distributed to those in need.
As though to emphasize that change in those early disciples really did happen, Luke gives a specific example: “There was a Levite, a native of Cyprus, named Joseph, to whom the apostles gave the name Barnabas (which means “son of encouragement”). He sold a field that belonged to him, then brought the money, and laid it at the apostles’ feet.”
Notice the number of ways in which Luke seeks to convey the reality of this person: giving not only his name, but his tribe, his nationality, and the “nickname” which the apostles gave him. This man, Luke is saying, is a specific example of what it means to “come to believe that Jesus is the Messiah, the Son of God, and that through believing ... have life in his name.”
Our reaction to these passages (truly, to the whole Bible) cannot be to learn simply the contents. It was not written so we could learn about what happened to some groups of people quite a while ago. It is meant to transform who we are so that we - like our forebears in the faith - can become specific examples of God’s love at work.
Missouri is known as the “Show Me state”. The state’s motto comes from a speech given early in its history by one of its Senators, who in a speech in Congress said, “You cannot simply tell me, you must show me.”
We live now in a “Show Me” world. If we want people to believe that Jesus Christ is risen and can change people, we must be a changed people. If we want people to believe God is love, we must love others. If we want people to believe that God values them, we must value them. “Don’t just tell me, show me!”
How do we become “specific examples” of God’s love? Like the early followers, we need to let the scriptures change us, which means receiving the power of the Holy Spirit into our lives (just as the disciples in the gospel lesson). May the proclamation “Christ is risen!” not be simply a historical statement, but a personal commitment to become specific examples of Christ’s life and love in this world.
“Ejemplos Específicos”
Memorándum para los que predican
11 abril, 2021 – Segundo domingo de la Resurrección – Año B
Hechos 4:32-35; Salmos 133; 1 Juan 1:1-2:2; Juan 20:19-31
Al fin de la lectura del Evangelio para esta semana, el escritor nota “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.”
Ese deseo tiene eco en la lectura de las Epístolas: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.”
Esa misma actitud se encuentra en todo el Nuevo Testamento. El deseo de Dios que seamos en relación se ve en toda la Biblia. Sí, la Biblia es colección de libros, testimonios, y cartas, pero es más: las escrituras fueros escritas para cambiar vidas y para restaurar relaciones – con Dios and uno con el otro (vea versículo 1 del Salmo).
En la lectura de Hechos, Lucas da un ejemplo de la clase de cambio dramático que hizo el evangelio en las vidas de los seguidores en la comunidad primitiva cristiana en Jerusalén. Los que tenían casas o tierras – las vendieron, trajeron el dinero de la venta, y lo pusieron a los pies de los discípulos. Este dinero entonces fue distribuido a los necesitados.
Para enfatizar que ese cambio sí de verdad ocurrió en los discípulos primitivos, Lucas da un ejemplo específico: “Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa «Hijo de consolación»), levita, natural de Chipre, vendió una heredad que tenía y trajo el producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles.”
Noten el número de maneras en que Lucas quiere expresar la realidad de esta persona: dando no solamente su nombre, sino también su tribu, su nacionalidad, y su “ápodo” que le dieron los apóstoles. Este hombre, dice Lucas, es un ejemplo específico de lo que significa creer que “Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.”
Nuestra reacción a estas lecturas (pues de verdad a toda la Biblia) no puede ser simplemente aprender su contenido. No fue escrita para que pudiéramos aprender acerca de lo que les ocurrió a algunos grupos de personas hace mucho tiempo. Es para transformar quienes somos para que nosotros – como nuestros antepasados en la fe – podemos hacernos ejemplos específicos del amor de Dios trabajando en el mundo.
Missouri se conoce como el estado “muéstrame.” El eslogan del estado viene de un discurso dada por uno de sus primeros senadores, quien en un discurso en el congreso dijo, “Ud. no puede decirme simplemente, tiene que mostrarme.”
Vivir ahora en un mundo “muéstrame.” Si queremos que personas crean que Jesucristo es resucitado y puede cambiar a personas, hemos de ser personas cambiadas. Si queremos que personas crean que Dios es amor, hemos de amar a otros. Si queremos que personas crean que Dios los valora, hemos de valorarles. “¡No me digas simplemente, muéstrame!”
¿Cómo nos hacemos “ejemplos específicos” del amor de Dios? Como los seguidores primitivos, necesitamos permitir que las escrituras nos cambien, lo cual significa recibiendo al Espíritu Santo en nuestras vidas (tal como los discípulos en la lectura del Evangelio). Que la proclamación, “¡Cristo es resucitado!” sea no simplemente una declaración histórica, sino una compromiso personal a hacernos ejemplos específicos de la vida y el amor de Cristo en este mundo.
Rvdo. Bob Dean es un pastor metodista unido jubilado en Iowa a quien le gusta ver la obra creativa de Dios en la naturaleza mientras hace piragüismo.