Jesus Teaching
Jesus taught in ambiguous parables that required his listeners to think more deeply and come to their own decisions. (Illustration Courtesy of God Is for Real.com)
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October 4, 2020 18th Sunday after Pentecost Philippians 3:4b-14
The letter to the Philippians is four short chapters, infectious and powerful. I am always taken aback by how contagious Paul’s joy in the Lord is here. Also, the imagery of “pressing on toward the goal for the prize of the heavenly call of God in Christ Jesus” (v. 14) when we know he’s in prison. Chained to a wall.
Paul receives word and support from Phillipi and writes this letter in response. He speaks of the surpassing value of life in Christ as the gift of God’s grace (v. 8); wanting to know Christ and the power of his resurrection (v. 10). It is a lifelong goal not to be obtained but always joyfully striven toward, “I have not reached the goal but press on, because Christ Jesus has made me his own” (v. 12).
Like Paul, we press on, chained to walls, every day. Chained to walls of anxiety and an unknown future, we, like Paul, press on. We press on chained to walls of illness, of grief experienced without ritual or companionship, of unemployment, of under-employment, of mounting bills, of plans and celebrations delayed or denied, and aging parents; we press on chained to a nation in turmoil, extremes in weather and its consequences, loved ones we cannot touch who need us as much as we need them. We press on chained to walls every single day.
When glimmers of God’s presence shine through, it can break into our difficulty, reset our focus and disrupt its power. We remember we are not alone; God is with us, restoring our faith and yes, even joy.
When serving as chaplain working with at-risk youth, a youth worker chaffed at having a female clergy and worked at undermining my work by sowing discord with the youth and supervisors. Two of the supervisors saw what was happening and put themselves on the line for me. It was an extremely difficult time in my ministry. And they never stepped away from my side, at much personal risk. I’ll never forget them. Although they had themselves only been introduced to the Christian faith through our time together, still, they told me they recognized God at work through my time with the children at the facility and were determined to defend my right to be there and do God’s work as I was appointed and felt surely called. It was with them in mind that I wrote this prayer, “Precious Sojourners”.
“Thank you, God.
Thank you for the precious sojourners,
Sharing a space of grace right here on earth.
Thank you for the treasure,
Of kind words spoken in sincerity in your name.
Thank you for the cherished company,
Of a fellow traveler here and there,
Reaching out in small but mighty acts of mercy along the weary way.”
As these two supported me, as the Philippians supported for Paul, so we can do for one another. Perhaps this is a good week to think of one, two or three people and call, zoom, send a letter or an email and just check in.
God’s grace is a free gift given to us to share. And when we do, we can’t help but get a little on ourselves. One person, standing sharing connection by the grace of God in the world lights a tiny spark of hope. That spark lights another, lights another, lights another one still, and on and on it goes until somewhere in all the mess and darkness we are all going through, the world is a little brighter. All because of the surpassing value of knowing: Jesus and God’s love.
The Rev. Judy Wadding, a retired clergy member of the Iowa Annual Conference, serves Las Americas Communidad de Fe in Des Moines, Iowa.
El Valor Incomparable de Conocer a Jesucristo
Memorándum para los que predican
4 octubre, 2020 – Domingo 18 después de Pentecostés Filipenses 3:4b-14
Por Judy Wadding revjw@hotmail.com
La carta a los Filipenses es cuatro capítulos cortos, infecciosos, y poderosos. Siempre estoy tomada por sorpresa por cuán contagiosa es la alegría de Pablo en el Señor es aquí. También, la imaginería de proseguir “a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (v. 14) cuando ya sabemos que está en la cárcel, encadenado a la pared.
Pablo recibe mensaje y apoyo de los Filipenses y escribe esta carta en respuesta. Habla del valor incomparable de la vida en Cristo como el don de la gracia de Dios (v. 8); quiere conocer a Cristo y el poder su resurrección (v. 10). Es una meta de toda la vida que no se puede obtener sino que siempre se esfuerza para acercarse más con alegría, “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (v. 12).
Como Pablo, nosotros proseguimos, encadenados a las paredes, cada día. Encadenados a paredes de ansiedad y un futuro desconocido, nosotros como Pablo, proseguimos. Proseguimos encadenados a paredes de enfermedad, de dolor experimentado sin ritual ni compañerismo, de desempleo, de subempleo, de biles que siempre aumentan, de planes y celebraciones demorados o cancelados, y de padres envejecidos; proseguimos encadenados a una nación en agitación y confusión, extremos en tiempo y sus consecuencias, seres queridos a quienes no podemos tocar quienes nos necesitan tanto como nosotros los necesitamos. Proseguimos encadenados a paredes cada día.
Cuando destellos de la presencia de Dios brillan, pueden entrar en nuestras dificultades, recolocar nuestro enfoque y interrumpir su poder. Nos acordamos que nos estamos solos; Dios está con nosotros, restaurando nuestra fe y sí, aún nuestra alegría.
Cuando yo servía como capellán trabajando con jóvenes en riesgo, un trabajador con los jóvenes raspaba en tener que trabajar con una pastora mujer y trabajaba en socavar mi trabajo por sembrar discordancia con los jóvenes y con los supervisores. Dos de los supervisores se dieron cuenta de lo que estaba pasando y se pusieron a sí mismos en riesgo por mí. Era una época sumamente difícil en mi ministerio. Y los dos jamás se movieron de mi lado – aún con mucho riesgo personal. Jamás los olvidaré. Aunque ellos mismos solamente habían sido introducidos a la fe cristiana mediante nuestro tiempo juntos, todavía, me dijeron que reconocieron a Dios obrando mediante mi tiempo los jóvenes en la facilidad y estaban resueltos defender mi derecho de estar allá y hacer el trabajo de Dios como había sido nombrada y llamada. Con ellos en la mente escribí esta oración, “Preciosos Residentes Temporales”.
“Gracias, Dios.
Gracias por los preciosos residentes temporales,
Compartiendo una espacio de gracia aquí mismo en la tierra.
Gracias por el tesoro,
De palabras amables proclamadas en sinceridad en tu nombre.
Gracias por la compañía amada,
De un/a compañero/a de viaje de aquí para allá,
Alcanzando en acciones de misericordia pequeñas pero poderosas a lo largo del camino cansado.”
Como estos me apoyaban, como los Filipenses apoyaban a Pablo, así nosotros podemos hacer lo mismo unos por otros. Quizás esta es buena semana de pensar en una, dos, o tres personas y llamar, tener una reunión de Zoom, mandar una carta o un correo electrónico simplemente para tener contacto con la otra persona.
La gracia de Dios es un don gratis que nos es dado para compartir. Y cuando lo hacemos, no es posible evitar tener un poco de esa gracia para nosotros también. Una persona, compartiendo conexión mediante la gracia de Dios en el mundo enciende una chispa pequeña de esperanza. Esa chispa enciende otra, y otra, y otra todavía, sin parar hasta que en algún momento y algún lugar en todos los líos y toda la oscuridad en que nos encontramos, el mundo queda un poco más brillante. Todos a causa del valor incomparable de conocer: a Jesús y el amor de Dios.