Editor's note: With great sadness, we report that the creator of "Memo for Those Who Preach," the Rev. William D. Cotton, died Aug. 3 after several weeks in hospice care at home. During his long and eventful life, Bill became a staunch advocate for the rights and dignity of those on the margins whom Jesus loved, especially Black people, immigrants, and women. We deem it a privilege to have known and worked with such a faithful servant of God, and to be able to carry on the preaching resource he founded through the commitment of his friends and colleagues. To honor his memory, we encourage to read Bill's full obituary online.
Lea la versión en español a continuación
Text: Genesis 45:1-15; Psalm 133; Romans 11:1-2a, 29-32 ; Matthew 15: (10-20), 21-28
Jesus and the disciples were walking along the border of Tyre and Sidon. The animosity between Israelites and these neighbors had a long history and like many feuds, the parties began to see one another as inferior, unworthy. It is the kind of demonization that fuels racism and slavery and colonialism where those in power (often white people) come to see others as savages, barbarians and dogs.
A desperate, foolish, Canaanite woman ran up to them, begging and pleading for the healing of her demon-possessed daughter. I imagine the disciples wondering who really needs the help, the daughter or the mother! But Jesus surprisingly ignored the woman.
He seemed to affirm their worst assumptions about this woman. Her persistence was causing a scene, so one of them said, “Let’s figure out how to ditch this lady…”
Usually, this is where Jesus puts the disciples in their place and everyone learns a lesson about compassion and diversity. But he doesn’t. Instead, he says, that his ministry was not for her. She wasn’t an Israelite. She wasn’t included.
She drops to her knees in an act of worship and begs Jesus, “Help me.”
Jesus responds by essentially calling her a dog. He denied her request, her place at the table, and her very personhood. I can’t fathom Jesus’ exclusion here. Was it an embodied lesson? Was he trapped in a racist framework? Was he simply laser focused on his mission to Israel?
No matter what it was, the woman refused to back down. She rolled with the punches and boldly replied. “Fine, call me a dog. But even dogs get the leftovers from the table. Even dogs deserve that… so, c’mon! Throw me a bone here!”
Edwin Markham’s poem, Outwitted, captures her spirit:
He drew a circle that shut me out —
Heretic, rebel, a thing to flout.
But love and I had the wit to win:
We drew a circle that took him in.
Jesus described a limit to his mission. He had drawn a circle that shut her out. But this woman had the wit and daring to flip his statements and draw the circle big enough so that she and others were included as well.
Jesus was focused on his ministry to find and feed and care for the children of Israel. However, in such large crowds, it was improbable every person was of the Jewish faith. Outsiders were eavesdropping as Jesus preached the Sermon on the Mount. Neighbors witness someone who was healed. Travelers saw the multiplication of the loaves and fishers and took a chunk as the food passed by. As he ministered, crumbs from the gospel feast were falling everywhere.
When the Canaanite woman spoke this truth, Jesus had nothing but praise for her faith. He made sure everyone knew this person he had moments ago called a dog, was not only faithful, but her plea would be answered.
This is the Jesus I was waiting for! Here is the moment when they partner up to stretch all of our hearts open just a bit farther and challenge us all to think about who we are feeding with our ministry.
Paul wrestles with the same kind of question in Romans. Some wonder if people can ever fall out of their standing with God. If the circle could ever be drawn so that those who were included aren’t any longer. He lives in a world in which those “lost children of Israel” have rejected Jesus as their savior. They are like ungrateful children who took the bread of life and threw it on the floor.
But Israel was not chosen because they were the only ones God loved. They were chosen to make God’s name known in all the world. God’s vision and God’s love were always universal in scope. There were no lines. More than that, God can transform even their disobedience into a witness for it allowed everyone else to gather up the crumbs and enter life with God.
Paul reassures them (and us) that God’s love and grace and mercy are abundant. Whether we once rejected the food or we never felt like we had a place at the table, God keeps trying to feed us. All of us. Once we get that and once we eat our fill, our job is to make sure the rest of the world receives the invitation.
The Rev. Katie Z. Dawson serves as pastor of Immanuel United Methodist Church in Des Moines, Iowa. Memo for Those Who Preach was created by the late Rev. Bill Cotton and has been carried on by a group of his friends and colleagues led by the Rev. Robert Dean. To subscribe, email Rev. Dean.
Memorándum para los que predican
16 Agosto, 2020
Por Rvda. Katie Dawson
Génesis 45:1-15; Salmos 133; Romanos 11:1-2a, 29-32; Mateo 15:(10-20), 21-28
Círculos y Migas
Jesús y los discípulos andaban por la frontera entre Tiro y Sidón. La animosidad entre los israelitas y estos vecinos tenían una historia larga y como muchas peleas, las partes comienzan a verse como inferiores, indignos. Es la clase de ver a otros como demonios que alimenta el racismo y la esclavitud y el colonialismo donde los empoderados (frecuentemente los blancos) vienen a ver a otros como salvajes, bárbaros, y perros.
Una mujer cananea, desesperada y tonta, rogando y suplicando por la curación de su hija poseída por demonios. ¡Me imagino que los discípulos se preguntaban quién de verdad necesitaba la ayuda, la hija o la madre! Pero Jesús sorprendentemente ignoró a la mujer.
Parecía afirmar sus peores suposiciones acerca de esta mujer. Su persistencia causó revuelo, así que uno de ellos dijo, “Que averigüemos una manera de abandonar a esta mujer . . .”
De ordinario, esto es donde Jesús pone a los discípulos en su lugar y todos aprenden una lección sobre la compasión y la diversidad. Pero no lo hace. En vez de eso, dice que su ministerio no era para ella. Ella no era israelita. Ella no estaba incluida.
Se arrodilla en acción de culto y pide a Jesús, “Ayúdame.”
Jesús responde por llamarla en esencia un perro. Niega su petición, su lugar en la mesa, y su calidad como persona. No puedo comprender la exclusión que Jesús muestra aquí. ¿Fue una lección personificada? ¿Estaba atrapado por una infraestructura racial? ¿Es que estaba enfocado como láser en su misión a Israel?
No importa qué era, la mujer rehúsa dejar su petición. Ella avanza a los golpes y responde con audacia, “Bien, puedes llamarme un perro. Pero aún los perros reciben las sobras de la mesa. Aún perros merecen eso . . . así que, ¡vamos! ¡Tírame un hueso!”
El poema de Edwin Markahm, Outwitted, captura su espíritu:
Él dibujó un círculo que me dejó afuera –
Hereje, rebelde, una cosa que debe ser desobedecido.
Pero el amor y yo tuvimos el ingenio de ganar:
Dibujamos un círculo que incluyó a él.
Jesús describió un límite a su misión. Había dibujado un círculo que la dejó afuera. Pero esta mujer tenía el ingenio y el atrevimiento de voltear sus proclamaciones y de dibujar el círculo bastante grande para que ella y otros fueran incluidos también.
Jesús estaba enfocado en su ministerio de encontrar y dar de comer y cuidar a los hijos de Israel. Sin embargo, en multitudes tan grandes, era improbable que cada persona era de la fe judaica. Personas ajena estaban escuchando mientras Jesús predicaba su Sermón en el Monte. Los vecinos ven a alguien que estaba curado. Los viajeros vieron la multiplicación de los panes y los pescados y tomaron comida cuando pasaba. Como él servía, las migas del evangelio estaban cayendo en todas partes.
Cuando la mujer cananea proclamó esta verdad, Jesús no tenía nada sino alabanzas para su fe. Él aseguró que todos supieran que esta persona que había llamado un perro hace unos momentos, no era solamente fiel, sino que su petición sería cumplida.
¡Esto es el Jesús a quien estaba esperando! He aquí el momento cuando cooperan para estirar a nuestros corazones para que se abran un poco y nos desafíen a pensar en a quién damos de comer con nuestro ministerio.
Pablo lucha con la misma clase de cuestión en Romanos. Algunos se preguntan si personas pueden perder su posición con Dios. Si el círculo pudiera ser dibujado para no incluir a los que estaban incluidos. Pablo vive en un mundo en que los “niños perdidos de Israel” han rechazado a Jesús como su salvador. Son niños ingratos que tomaron el pan de la vida y lo echaron en el suelo.
Pero Israel no fue escogido porque eran los únicos a quienes ama Dios. Fueron escogidos a revelar el nombre de Dios en todo el mundo. La visión de Dios y el amor de Dios siempre era universales en ámbito. No había líneas. Más que eso, Dios puede transformarlos aún con su desobediencia en testigos porque permitió que todos los demás pudieran reunir las migas y entrar en la vida con Dios.
Pablo los reasegura a ellos (y a nosotros) que el amor y la gracia y la misericordia son abundantes. No importa si una vez rehusamos la comida o si jamás pensábamos que teníamos un lugar en la mesa. Dios sigue tratando de darnos de comer. A todos nosotros. Una vez que comprendemos eso y una vez que comamos hasta hartarnos, nuestro trabajo es asegurar que el resto del mundo reciba la invitación.