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December 29, 2024 – First Sunday After Christmas
Texts: 1 Samuel 2:18-20, 26; Psalm 148; Colossians 3:12-17; Luke 2:41-52
These texts of Christmastide are a time warp. We just celebrated the babe in the manger and in a week the wise ones show up at Epiphany to deliver their gifts. But today, we find ourselves twelve years into the future.
On the surface it is a rather ordinary tale of a mother, a father, and their pre-teen son visiting Jerusalem for Passover. They faithfully made the trek every year with others in their village and family members. Every year, they battled the crowds and the people and the animals to remember what God had done. In fact, the only thing that seems to be different this time is that something has changed in Jesus.
A precocious 12-year-old boy, he begins to distinguish between his earthly parents, Mary and Joseph, and his divine parent. While this knowledge may have always been present with him, on this trip, he decides that he is ready to make a switch: leaving his family behind to be closer to his Father. Instead of heading home, Jesus makes his way to the temple, sits down with the rabbis and starts debating!
Mary and Joseph seem to have had an epic parenting fail. They were a good bit down the road before they realized Jesus wasn’t with them. The chaos of the caravan made it hard to keep track of each other… and perhaps Jesus sneakily slipped away. I can’t imagine the panic they felt as they searched every corner of the city: where they had spent the night, places they had eaten, where they last saw him, and the temple courts. Finally, there he was, sitting among teachers who were all astounded at the wisdom of this boy.
Rob Bell shares in his video series "Nooma" about theological training at that time[1]. Little boys and girls would have been instructed in the Torah and by the age of ten would have memorized these passages. Most would turn at that time to their family trade, but the most promising would spend the next several years memorizing the rest of the Hebrew Scriptures. As teenagers, the family trade then beckoned for all but the “best of the best,” who would seek out a rabbi and apply to be one of their disciples.
Jesus is too young to seek out a rabbi and too young to have the knowledge and wisdom he contains. But he can’t wait to get started and wants to be there in the temple, close to his Holy Parent. What is surprising is that in the end, he travels back with Mary and Joseph to Nazareth. The scriptures say that he was obedient to them as he increased in wisdom and age. For 18 years, we have no records of his life. Some might assume he became a carpenter like his father, as we try to fill this gap with our imaginations and what we know about the culture of the time. Perhaps, this was a time to clothe himself for the future.
In our reading from Colossians, we are told to clothe ourselves with compassion, kindness, humility, meekness, and patience. Above all, we should clothe ourselves with love. But the one that sticks out to me today is patience.
Jesus went back to Nazareth, instead of starting his ministry like he wanted. He clothed himself with patience. He clothed himself with humility as he honored his earthly parents. He got himself ready for his ministry to the world by clothing himself with compassion and kindness and meekness. Above all else, he clothed himself with love. He got himself ready for what was to come.
As another year is about to begin, we might find ourselves making resolutions and thinking about habits we want to embody. Maybe Advent and Christmas rekindled a spark that leads you to draw nearer to God. Maybe you find yourself humbly waiting for God to show up in a new way. Yet, waiting is not passive. As you patiently wait, get yourself ready. Reflect on your faith. Learn the scriptures. Sing the songs. Care for your neighbors and loved ones. Forgive the small things. Serve one another. Practice your faith in the everyday experiences of life. There is so much in the world that can challenge us, but our call in this moment is to clothe ourselves with the good things of God, so that we can act out of the core of our faith when it does.
[1]“Dust.” Nooma. Rob Bell, Flannel, 2002.
The Rev. Katie Z. Dawson serves as assistant to Bishop Kennetha Bigham-Tsai in the Iowa Annual Conference of The United Methodist Church.
Vestido con Paciencia
Memorándum para los que predican
29 diciembre, 2024 – Primer domingo después de la Navidad
1 Samuel 2:18-20, 26; Salmos 148; Colosenses 3:12-17; Lucas 2:41-52
Por la Rvda. Katie Z. Dawson (katie.dawson@iaumc.org)
Traducción por Paul I. Burrow
Las lecturas de la estación de Navidad son una deformación del tiempo. Acabamos de celebrar el bebé en el pesebre y en una semana los Reyes Magos van a aparecer en el día de la Epifanía para dar sus regalos. Pero hoy, nos encontramos doce años en el futuro.
En la superficie es una historia bastante ordinaria de una madre, un padre, y su hijo preadolescente visitando Jerusalén para la Pascua. Fielmente hacían el viaje con otros en su pueblo y con miembros de su familia. Cada año, luchaban con las multitudes y la gente y los animales para acordar lo que Dios había hecho. De verdad, la única cosa que parece ser diferente esta vez es que algo ha cambiado en Jesús.
A niño precoz de 12 años, comienza a distinguir entre sus padres terrenales, María y José, y su padre divino. Mientras que sea posible que este conocimiento haya estado presente siempre con él, en este viaje, decide que está listo para hacer un cambio: dejando atrás a su familia para estar más cerca a su Padre. ¡En vez de regresar a casa, Jesús va al templo, se sienta con los rabinos y comienza a debatir!
María y José parecen tener fracaso monumental en ser padres. Habían viajado una cuantas millas antes de que se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos. El caos de la caravana lo hizo más difícil mantener contacto unos con otros . . . y quizás Jesús se escabulló furtivamente. No puedo imaginarme el pánico que sintieron como lo buscaron en cada rincón de la ciudad: en donde habían pasado la noche, en los lugares donde habían comido, donde lo habían visto más recientemente, y el las cortes del templo. Finalmente, allá estaba, sentando entre los maestros quienes estaban asombrados todos con las sabiduría de este niño.
Rob Bell habla del entrenamiento teológico en esa época en su serie de videos Nooma.1 Niños y niñas pequeños habría sido enseñados en el Torá y para la edad de diez años habrían memorizado estos textos. La mayoría en ese momento entrarían en la profesión de la familia, pero los más prometedores pasarían los próximos años memorizando el resto de las Escrituras Hebreas. Como adolescentes, la profesión de la familia entonces los llamaría a todos con la excepción de los “mejores de los mejores,” quienes buscaban a un rabino y solicitaban ser uno de sus discípulos.
Jesús es demasiado joven para buscar a un rabino y demasiado joven para ten los conocimientos y la sabiduría que contiene. Pero no puede esperar para comenzar y quiere estar allá en el templo, cerca a su Padre Divino. Lo que sí sorprende es que al fin y al cabo, regresa con María y José a Nazaret. Las escrituras dicen que era obediente a ellos como crecía en sabiduría y edad. Durante 18 años, no tenemos crónica de su vida. Algunos asumen que se hizo carpintero como su padre, como tratamos de llenar este intervalo con nuestra imaginación y lo que sabemos de la cultura de la época. Quizás, éste fue el tiempo para vestirse para el futuro.
En nuestra lectura de Colosenses, nos dice que hemos de vestirnos con misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, y paciencia. Sobre todo, hemos de vestirnos con amor. Pero lo que destaca para mí hoy es la paciencia. Jesús regresó a Nazaret, en vez de comenzar su ministerio como quería hacer. Se vistió con paciencia. Se vistió con humildad como honraba a sus padres terrenales. Se preparaba para su ministerio al mundo por vestirse com compasión y bondad y mansedumbre. Más que nada, se vistió con amor. Se preparó para lo que iba a venir.
Como otro año ha de comenzar, es posible que no encontremos haciendo resoluciones y pensando en los hábitos que queremos adoptar. Quizás el Adviento y la Navidad reavivaran una chispa que te cause acercarte más a Dios. Quizás te encuentres esperando humildemente para que Dios aparezca en una manera nueva. Pero, el esperar no es pasivo. Como esperas pacientemente, prepárate. Reflexiona sobre tu fe. Aprende las escrituras. Canta las canciones. Cuida a tus vecinos y a tus seres queridos. Perdona las cosa pequeñas. Sírvanse unos a otros. Practica tu fe en las experiencias diarias de la vida. Hay tanto en el mundo que puede desafiarnos, pero nuestro llamado en este momento es vestirnos con las buenas cosas de Dios, para que podamos actuar del corazón de nuestra fe cuando seamos desafiados.
1"Polvo [Dust]”, Nooma, Rob Belll, Flannel, 2002.
La Reverenda Katie Z. Dawson se desempeña como asistente del obispo Kennetha Bigham-Tsai en la Conferencia Anual de Iowa de la Iglesia Metodista Unida.