2 Kings 2:1-2, 6-14; Galatians 5:1, 13-35; Luke 9:51-62
Before becoming a full-time pastor, I taught in the public schools for 33 years. I remember when I was teaching, I would often greet my class with – “Good morning”. And, usually, I’d get a – “Good morning, Mr. Burrow” back.
However, there were some days when I’d only get a half-hearted response at from the class. On those days, I’d look out over the class, and I would see these firm faces concentrating as hard as they could. Wrestlers were most pronounced in doing this, but my football players and basketball players could get their games faces on – especially when there was a big game that evening. [Interestingly, those participating in track, golf, and tennis didn’t seem to get so into it. Possibly that was because they would have many meets in a row – or perhaps because they were gone from class for an all-day meet.]
At any rate, I quickly realized that I wasn’t going to penetrate that game face. The game against the rival that year was too important to break through that concentration. I remember seeing Muhammad Ali on TV before important boxing matches. He always had his game face on – and nothing would break his concentration on the effort at hand. Needless to say, those athletes probably didn’t learn a whole lot that day either. But my class wasn’t the only – or even the most important – thing in their lives.
In the Gospel reading for this week, we find a similar thing happening with Jesus. The text says twice that he “set his face” to go to Jerusalem (Luke 9:51 and Luke 9:53). I think a good parallel in modern language would be that he had put his game face on. He was concentrating on the important things that were about to happen, and he wasn’t going to let anything or anybody get in his way. Jesus’ disciples haven’t yet gotten that message. James and John want to rain down fire from heaven. But Jesus will not be distracted. He knows what his mission is, and it is not hate, violence, or war. Jesus tells us to get our game faces on and concentrate on what is truly important – God’s love for the world.
In the second part of the lesson for Sunday, Jesus also shows that what seem to us like reasonable arguments are not really excuses at all. The first individual says: “Lord, first let me go and bury my father” (Luke 9:59). The second says, “I will follow you, Lord, but let me first say farewell to those at my home” (Luke 9:61). These have always seemed to me to be legitimate requests. But Jesus won’t allow them – and I’ve wondered about that for many years.
Then I go back to those athletes in my classes. When they had their game face on, they could be a bit scary in their intensity (especially those wrestlers!!). And I think that Jesus is acting in the same way here. The mission that Jesus was to accomplish needed his whole attention – and it needed that same intensity from his disciples. Therefore, Jesus will not accept excuses. And, when we look at the excuses, they don’t hold up well either. “I have to bury my father” was a time-honored way of gaining time, putting something off, postponing an irrevocably decision. Dad’s not even dead yet!! And saying good-bye to those at home could mean trying convince the family that following Jesus is a good idea. Again, the final decision has not been taken – and it’s very possible that it will never be taken!
Things are coming to a climax for Jesus. He wants people who are committed and will work for his mission. He doesn’t want excuses. He needs people who will get their game faces on and truly concentrate on the task at hand. And the same is true for us today. The urgency of Christ’s message has not gone away. We continue to be confronted with issues that challenge us nearly at every turn – mass shootings, war, systemic racism, sexism, sexual identity – and the list could go on and on. Jesus needs, even demands, followers who are willing to put on their game faces and get on with the business of building the Kingdom of God. Yet, the excuses continue to be offered. “Oh, that’s too political.” “I don’t want to get involved.” “It doesn’t really affect me.”
But the truth is – Jesus was also political. He was always involved. What affects one of God’s children, affects us. Today, more than ever, it is time for us to get our game faces on. It is time to put away our excuses. It is time to truly become partners in building the Kingdom of Heaven.
1I first came across the idea of Jesus putting on his game face in a sermon by Nathan Aaseng published in The Minister’s Annual Manual 2015-2016, pp. 375-376. With all the recent shootings and violence, I was reminded of this sermon and felt it was appropriate for us today.
Paul Burrow is a semi-retired elder in the Iowa Annual Conference of the United Methodist Church. He lives in Indianola with his wife Nancy.
Caras de Juego
Memorándum para los que predican
26 junio, 2022 – Tercer domingo después de Pentecostés
2 Reyes 2:1-2, 6-14; Gálatas 5:1, 13-35; Lucas 9:51-62
Antes de hacerme pastor de tiempo completo, enseñé en las escuelas públicas durante 33 años. Recuerdo cuando yo era profesor en el colegio, l comenzar la clase, saludaba a mis estudiantes con – “Buenos días, clase.” Y, de ordinario, recibía en respuesta – “Buenos días, Sr. Burrow.” Sin embargo, había algunos días, cuando solamente recibía una respuesta tibia – poco entusiasta – de la clase. Esos días yo miraba la clase y podía ver estas caras muy firmes poniendo toda su concentración en algo más. Los luchadores eran más notables en esto, pero los jugadores de fútbol americano y los jugadores de básquetbol también podían poner sus caras de juego – especialmente cuando había un partido importante esa noche. [Interesantemente, los que corrían track o jugaban al golf o al tenis no lo hacían tanto. Posiblemente era porque tenían tantas competiciones un día tras otro – o quizás porque estaban ausentes de la clase porque la competición duró todo el día.] Pues, yo me di cuenta rápidamente que yo no iba a penetrar esa cara de juego. El partido contra el rival ese año era demasiado importante para romper esa concentración. Recuerdo viendo a Muhammad Ali en la televisión antes de peleas importantes de boxeo. Siempre tenía su cara de juego – y nada iba a romper su concentración en el esfuerzo ante él. Obviamente, estos atletas probablemente no aprendieron mucho en esas ocasiones tampoco, pero mi clase no era la única – ni la cosa más importante – en sus vidas.
En la lectura el evangelio para esta semana, encontramos algo semejante ocurriendo con Jesús. Dice que “afirmó su rostro para ir a Jerusalén,” (Lucas 9:51) o “su intención era ir a Jerusalén” (Lucas 9:53). En otras palabras, Jesús se puso su cara de juego. Estaba concentrando en las cosas importante que iban a ocurrir. No iba a permitir que nada ni nadie lo obstruyera. Los discípulos de Jesús no han captado esa idea. Santiago y Juan quieren que fuego descienda del cielo. Pero, Jesús no será distraído. Sabe lo que es su misión y no es odio, ni violencia, ni guerra. Jesús nos dice que pongamos nuestras caras de juego y que nos concentremos en lo que es verdaderamente importante – el amor de Dios por el mundo.
En la segunda parte de la lectura para domingo, Jesús también muestra que lo que nos parece como argumentos razonables de verdad no son excusas. El primer individual dice: “Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre” (Lucas 9:59). El segundo dice – “déjame que me despida primero de los que están en mi casa” (Lucas 9:61). Éstas siempre me han parecido como peticiones legítimas. Pero, Jesús no las acepta – y me he preguntado esto durante años. Pero, entonces regreso a los atletas en mis clases. Cuando se habían puesto su cara de juego, podían ser atemorizantes en su intensidad (¡¡especialmente aquellos luchadores!!). Y creo que Jesús actúa en la misma manera. La misión que Jesús tenía para lograr necesitaba toda su atención – y necesitaba la misma intensidad de sus discípulos. Por eso, Jesús no aceptará excusass. Y, cuando miremos las excusas, no aguantan examinación. “Tengo que enterrar a mi padre” era una manera de posponer algo, de causar demorras, y no tomar un decisión ¡El padre no está muerto todavía! Y eso de despedir a los de mi casa podría significar tratando de convencer a la familia que el seguir a Jesús era buena idea. ¡Otra vez, la decisión no ha sido tomada – y es muy posible que jamás sea tomada!
Loas cosas llegan al punto culminante para Jesús. Quiere personas que son comprometidos y que trabajarán por misión. No quiere excusas. Necesita que personas pongan sus caras de juego y que se concentren en la tarea que está ante ellos. Y lo mismo es verdad para nosotros hoy. La urgencia del mensaje de Cristo no se ha ido. Seguimos ser confrontados con cuestiones que nos desafían en cada momento – ataques que matan a toda una multitud, guerra, racismo sistémico, sexismo, identidad sexual – y la lista puede seguir. Jesús necesita, aún demanda, a seguidores que están dispuestos a poner sus caras de juego y seguir con el construir el Reino de Dios. Pero, las excusas siguen. “Oh, eso es demasiado político.” “No quiero involucrarme.” “De verdad no me afecta.”
Pero, la verdad es – Jesús también fue político. Siempre se involucró. Y, lo que afecta a uno de los hijos de Dios, no afecta a todos. Hoy, más que nunca, es hora para poner nuestras caras de juego. Es hora para dejar atrás las excusas. Es horas para hacernos verdaderamente compañeros en edificar el Reino del Cielo.
1Encontré por primera vez la idea de la cara de juego de Jesús en un sermón por Nathan Aaseng publicado en Minister’s Anual Manual 2015-2016, pp. 373-375. Con todos los asesinos y violencia recientemente, me acordé del sermón y creo que tiene aplicación para nosotros hoy.
Paul Burrow es presbítero semi-jubilado en la Conferencia Anual de Iowa de La Iglesia Metodista Unida. Vive en Indianola con su esposa Nancy.