Christ as Supreme Judge
Chartres Cathedral; Christ as Supreme Judge; central portal, south transept, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, TN. https://diglib.library.vanderbilt.edu/act-imagelink.pl?RC=26343 [retrieved November 20, 2023]. Original source: image donated by Jim Womack and Anne Richardson.
Leer en español después de la versión en inglés.
November 26, 2023 – 26th Sunday after Pentecost
Ezekiel 34:11-16, 20-34, Psalm 100; Ephesians 1:15-23; Matthew 25:31-46
At the end of every lectionary year, we focus on the one who will rule forever, eternal in the heavens and explore what it means for Christ to be the sovereign of our lives. What kind of king is he? A ruthless dictator? A figurehead? A leader who stands apart from the people, indifferent to their plight? A ruler whose battles and wars expand their glory and power? One who sits in judgment of the people?
Matthew 25 presents us with an image of king as final arbiter of the law. When there is conflict among the people, the king is judge, jury, and executioner parsing out sentences according to laws they wrote. Christ determines who is worthy to inherit the kingdom.
“Now when the Human One comes in his majesty and all his angels are with him, he will sit on his majestic throne. All the nations will be gathered in front of him. He will separate them from each other, just as a shepherd separates the sheep from the goats.” (25:31-32, CEB)
Just as a shepherd separates the sheep from the goats? Shepherds and kings belong on opposite ends of the social spectrum. Kings have armies at their disposal, but the shepherd personally protects the sheep. While a king issuing orders through his commanders, the shepherd leads from the midst of the sheep. Kings are often indifferent to the plight of their people, but a shepherd knows each one in the flock by name and seeks out those that are lost. Yet Jesus, our King of Kings and Lord of Lords, judges with the heart of a shepherd. He gathers the flock and calls them by name. He speaks and at the sound of his voice, those who recognize him come near.
What rules ultimately determine our fate? Are they the laws of scripture and the church? Will we be asked how many Sundays we attended worship or be held accountable to the ten commandments? Will our diet or marital status be factored in? Whether we tithed or lied?
Jesus separates the flock into those who fed and clothed the poor, who welcomed the stranger, who visited the sick and imprisoned…. and those who didn’t. This shepherd-king is focused on the needs of the flock: the least, the lost, and the last. The rules that form this kingdom are only good in so far as they have led us to be shepherds alongside him in the world. As his body, the church, our call is to care for the flock.
Sometimes that call puts us in places of contradiction. I think about people like Arnold Abbott, who at ninety years old was arrested for feeding the homeless in his community. Or of clergy who violate the Book of Discipline to provide pastoral care and officiate weddings of same-gender couples. I think about what it means to welcome the stranger in a world where more than 100 million people have been forcibly displaced[1] and yet border security has never been so hotly debated. We are called to wrestle with what it means to strength the weak and the vulnerable and seek justice, even if it means taking unpopular stands or acting against our own personal interests.
One of the things I appreciate about Our Theological Task[2], as described in the Book of Discipline, is that it is a call to identify the needs of the world and address those needs out of our faith. We acknowledge that “realities of intense human suffering, threats to the survival of life, and challenges to human dignity confront us afresh with fundamental theological issues.”[3]
And in these complicated and difficult situations, we can feel the tension between law and tradition and our call to tend the sheep and serve the flock. There are no easy answers, as the decisions we make can put us in danger or on the wrong side of the law or at odds with our neighbors. So we cling to the prayer of Paul in Ephesians, that we might be given a spirit of wisdom and revelation and a heart to see the hope of God’s call.
Christ is not only our ruler of our lives; he is the shepherd who leads this flock. May we hear his voice so that, through him, our faith might become active in love.
[1] https://www.unhcr.org/us/global-trends
2 Book of Discipline, ¶104
3 Ibid., p. 82
The Rev. Katie Z. Dawson serves as pastor of Immanuel UMC in Des Moines, Iowa. "Memorandum for Those Who Preach" is a volunteer project of sermon aids written by Iowa Conference clergy.
Memorándum para los que Predican
26 noviembre, 2023
Ezequiel 34:11-16, 20-34; Salmos 100; Efesios 1:15-23; Mateo 25:31-46
El Rey Pastor
Al fin de cada año leccionario, nos enfocamos en él que reinará para siempre, eterno en los cielos y exploramos lo que significa que Cristo sea el soberano de nuestras vidas. ¿Qué clase de rey es? ¿Dictador inflexible? ¿Figura? ¿Líder que se separa de su gente, indiferente a su apuro? ¿Gobernante que cuyas batallas y guerras expandan su gloria y poder? ¿Uno que sienta en juicio sobre su gente?
Mateo 25 nos presenta con imagen de un rey como árbitro de la ley. Cuando hay conflicto entre el pueblo, el rey es juez, jurado, y verdugo dando sentencias según leyes que escribieron. Cristo determina quien es digno para heredar el reino.
“Cuando el Hijo del hombre venga, rodeado de esplendor y de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras..” (25:31-32 DHH)
¿Tal como un pastor separa las ovejas de las cabras? Pastores y reyes pertenecen en fines opuestos del espectro social. Reyes tienen ejércitos a su disposición, pero el pastor personalmente protege a la oveja. Mientras que un rey da órdenes por sus comandantes, el pastor dirige de entre las ovejas. Los reyes frecuentemente son indiferentes al apuro de su gente, pero un pastor conoce a cada oveja en el rebaño por su nombre y busca a los que están perdidas. Pero Jesús, nuestro Rey de Reyes y Señor de Señores, juzga con el corazón de un pastor. Reúne al rebaño y los llama por nombre. Habla y al son de su voz, los que lo reconocen vienen cerca.
¿Cuáles son las reglas que últimamente determinan nuestro destino? ¿Son leyes de escrituras y la iglesia? ¿Seremos preguntados cuántos domingos asistimos al culto o seremos hechos responsables a los Diez Mandamientos? ¿Serán incluidos nuestro régimen o estado marital? ¿Si dimos el diezmo o mentimos?
Jesús separa el rebaño en los que dieron de comer y vistieron a los pobres, los que dieron el bienvenido al extranjero, los que visitaron a los enfermos y a los que estaban en la prisión . . . y los que no hicieron tales cosas. Este Rey-Pastor es enfocado en las necesidades del rebaño: los más humildes, los perdidos, y los últimos. Las reglas que forman este reino son solamente buenos en tanto que nos han guiado a ser pastores junto a él en el mundo. Como su cuerpo, la iglesia, nuestro llamado es cuidar al rebaño.
Algunas veces ese llamado nos pone en lugares de contradicción. Pienso en personas como Arnold Abbott, quien a los noventa años fue arrestado por dar de comer a las personas sin hogar en su comunidad. O en clérigos que violan el Libro de la Disciplina para proveer cuidado pastoral y oficiar bodas de parejas del mismo género. Pienso en lo que significa dar la bienvenida al extranjero en un mundo donde más de 100 millones de personas han sido desplazadas por la fuerza1 y todavía la seguridad en nuestras fronteras jamás a sido debatida tan acaloradamente. Somos llamados a luchar con lo que significa fortalecer a los débiles y a los vulnerables y buscar justicia, aún si significa tomando posiciones impopulares o actuando contra nuestros propios intereses personales.
Una de las cosas que aprecio con Nuestra Tarea Teológica2, como descrito en el Libro de Disciplina, es que es un llamado a identificar las necesidades del mundo y dirigirnos a esas necesidades a causa de nuestra fe. Admitimos que “las realidades de intenso sufrimiento humano, amenazas a la supervivencia de la vida, y desafíos a la dignidad humana nos confrontan de nuevo con cuestiones teológicas que son fundamentales.”3
Y en estas situaciones complicadas y difíciles, podemos sentir la tensión entre la ley y la tradición y nuestro llamado a atender a las ovejas y servir al rebaño. No hay respuestas fáciles, porque las decisiones que tomamos pueden ponernos de peligro o en el lado incorrecto de la ley o en desacuerdo con nuestro prójimo. Así que nos apegamos a la oración de Pablo en Efesios, es posible que seamos dados un espíritu de sabiduría y revelación y un corazón para ver la esperanza del llamado de Dios.
Cristo no es nuestro único soberano de nuestras vidas; es el pastor que guía este rebaño. Que oigamos su voz para que, mediante él, es posible que nuestro fe se haga activo en amor.
1https://www.unhcr.org/us/global-trends
2Libro de Disciplina. ¶104.
3Ibid., p. 82.
La Rvda. Katie Z. Dawson se desempeña como pastora de Immanuel UMC en Des Moines, Iowa. "Memorándum para los que predican" es un proyecto voluntario de ayudas para sermones escrito por el clero de la Conferencia de Iowa.