Hide and Seek
Children playing "Hide and Seek." (ID 62533935 © Shannon Fagan | Dreamstime.com)
July 19, 2020, 7th Sunday after Pentecost
Genesis 28:10-19a, Psalm 139:1-12, 23-24, Romans 8:12-25, Matthew 13:24-30, 36-43
Lea la versión en español a continuación
As an elementary school child in the 1950s, summer evenings in my neighborhood were the best! In the dimming twilight, we kids would gather to play “Hide and Seek.” I can still visualize my favorite hiding places and remember my excited anticipation when the person who was "it" drew near. I liked "Hide and Seek" – especially the hiding! But over my years as a pastor, I noticed how sometimes for folks, hiding could become not a game but a way of life. Then it's not so fun, especially if you're trying to hide from God which, as this week’s psalm declares, is pretty impossible. Psalm 139 is a magnificent description of God’s inescapable presence – a truth that appears to make the psalmist somewhat uneasy.
Perhaps the psalmist’s note of lament still rings true for us. Like Adam and Eve who tried to hide from God after they had eaten from the forbidden tree of the knowledge of good and evil, maybe we too want to keep our sin hidden. Even in this information age when we can be tracked by our cell phones, our Facebook posts and our credit card use, we still long to maintain strict control over “who knows what” about us. God, of course, merely blinks at our technology and sees what’s in our hearts. But consider this: "Hide and Seek" is no fun if there is no one seeking you! As a child, I could have spent a long uncomfortable night behind the bush by my front porch if no one was looking for me. And we can spend some long uncomfortable nights in the hiding places of our lives if we do not realize that the God who seeks us is not "out to get us," but rather wants to draw us close in love.
Maybe you remember how author Anne Lamott described her experience of being found by God. She had a chaotic youth full of all the things we hope will never happen to our kids and grandkids – drug and alcohol abuse, risky sexual behavior, etc. But in the midst of her life falling apart at the seams, she found herself standing outside a little Presbyterian church, looking in and listening to the singing, and then just stepping through the door and acknowledging that God had been pushing, nudging, prodding. Finally she said simply, "I quit." As she recounts it, "I took a long breath and said out loud, 'All right, God, you can come in now’." (Traveling Mercies, p.50.)
Back in my childhood there was a call which ended each round of “Hide and Seek”: "Olly olly oxen free." Those words signaled that all who were still hiding could hurry to “home” without losing the game. Wondering what that phrase meant and where it came from, I turned to the internet. A quick search yielded two primary answers: It may come from – and sounds like - the German phrase, "Alle, alle auch sind frei." meaning Aeveryone, everyone is also free.@ Similarly, the old English "All ye, all ye 'outs' in free" suggests that all who are "out" may come in without penalty. In both cases, the meaning is the same – you can come out of hiding without losing. That sounds like something God might say: "Olly, olly, oxen free!" By God’s grace, you can come out of your hiding without losing. You can come home free!
Perhaps the real joy in life comes about when our hiding becomes seeking. Not only do we know the joy of being sought and found by our loving God, but we also then seek to be God's people in the world. Maybe that’s what happened for the writer of Psalm 139, who closes with these words: Search me, O God, and know my heart; test me and know my thoughts. See if there is any wicked way in me, and lead me in the way everlasting. I hope that will be the experience of all who ponder this psalm - that they will take steps out of their hiding places into the arms of our loving God. Olly, olly, oxen free!
Prayer: Gracious, ever-present God, like children may we come running from our hiding places into your arms of love, for only in you are we truly at home and free. Amen.
The Rev. Martha Ward is a retired elder in full connection in the Iowa Annual Conference. She now resides in Urbandale, Iowa.
Memorándum para los que predican
19 julio, 2020 Séptimo domingo después de Pentecostés
Génesis 28:10-19a; Salmos 139:1-12, 23-24; Romanos 8:12-25; Mateo 13:24-30, 36-43
Por Martha Ward, martha.ward@iaumc.net
“Nuestros Dios Inevitable” o “Olly Olly Oxen Free”
Como estudiante en la primaria durante los años cincuenta, ¡las noches del verano en mi barrio eran las mejores! En el crepúsculo tenue, los niños jugábamos al “escondite”. Todavía puedo visualizar mis lugares favoritos para esconderme y puedo recordar mi anticipación entusiasmada cuando el/la que buscaba se me acercó. Me gustaba “escondite” – especialmente el esconderme. Pero durante los años como pastora, notaba cómo algunas veces para una personas, el esconderse no era juego sino una manera de vivir. Entonces no es divertido, especialmente si se trata de esconderse de Dios, lo cual, como declara el salmo para esta semana, es imposible. Salmos 139 es una descripción magnífica de la presencia inevitable de Dios – una verdad que parece causar inquietud para el salmista.
Quizás la lamentación del salmista todavía suene para nosotros. Como Adán y Eva quienes trataron de esconderse de Dios después de comer del árbol prohibido del conocimiento del bien y del mal, quizás nosotros queremos que nuestro pecado quede escondido. Aún en esta edad de información cuando pueden monitorizarnos mediante nuestros celulares, nuestros aportes en Facebook, y el uso de nuestras tarjetas de crédito, todavía anhelamos mantener control estricto sobre “quién sabe qué” acerca de nosotros. Claro, Dios simplemente parpadea al considerar nuestra tecnología y ve lo que está en nuestros corazones. Pero consideren esto: ¡“Escondite” no es divertido si nadie te busca! Como niña, podría haber pasado una noche larga e incómoda tras un arbusto cerca de mi porche si nadie vino a buscarme. Y nosotros podemos pasar unas noches largas e incómodas en los lugares de escondernos en nuestras vidas si no nos damos cuenta que el Dios que nos busca no quiere atraparnos sino quiere acercarse en amor.
Quizás Ud. recuerda cómo la autora Ann Lamott describió su experiencia de ser hallada por Dios. Ella tenía una juventud caótica llena de las cosas que esperamos jamás ocurran a nuestros hijos y nietos – abuso de drogas y alcohol, comportamiento sexual riesgoso, etc. Pero en el medio de su vida colapsando, se encontró fuera de una iglesia presbiteriana, mirando adentro y escuchando las canciones, y entonces pasando por la puerta y admitiendo que Dios había estado empujándole y dándole un codazo. Por fin ella dijo simplemente, me renuncio. Como ella lo relata, “Me respiré hondamente y dije en voz alta, ‘Bien, Dios, puedes entrar ahora.’” (Misericordias para el Viaje [Traveling Mercies], p. 50.)
En mi niñez había un llamamiento que terminó cada torno de “Escondite”: Olly olly oxen free. Esas palabra indicaban que todos que todavía estaban escondidos podían darse prisa a la “casa” sin perder el juego. Estaba preguntándome lo que significaba esa frase y de dónde originó, fui al Internet. Una búsqueda rápida trajo dos respuestas: Es posible que – y suena como – la frase almena “Alle, alle auch sind frei” lo cual significa “todos, todos también son libres.” En manera semejante, en idioma antiguo “Vosotros todos, vosotros todos, fuera, y libres” sugiere que todos que ya no están adentro pueden entrar sin sanción. En ambos casos, el significado es lo mismo – puedes salir de tu lugar de esconderte sin perder. Eso suena como algo que Dios diría: ¡Olly olly oxen free! Por la gracia de Dios, puedes salir de tu lugar de esconderte sin perder. ¡Puedes venir a la casa gratis!
Quizás la alegría verdadera en la vida se realiza cuando el esconderse se convierte en el buscar. No conocemos la alegría de ser buscado solamente y encontrado por nuestro Dios amoroso, pero entonces nosotros también intentamos a ser el pueblo de Dios en el mundo. Quizás eso es lo que le ocurrió al escritor de Salmos 139, quien termina con estas palabras: Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno. Espero que ésta sea la experiencia de todos que consideren este salmo – que tomen pasos fuera de sus lugares de esconderse hacia los brazos de nuestro Dios amoroso. ¡Olly, olly, oxen free!
Oración: Dios de gracia y siempre presente, como niños que nosotros vengamos corriendo de nuestros lugares de escondernos a tus brazos de amor, porque solamente en ti somos verdaderamente en casa y libres. Amén.
Martha Ward es presbítero jubilado en conexión completa en la Conferencia Anual de Iowa. Ahora vive en Urbandale.
Traducción de Paul I. Burrow