Prodigal Homecoming
A forgiving father welcomes home his prodigal son. (Illustration Courtesy of Bible Fun for Kids)
March 27 - Fourth Sunday of Lent, UMCOR Sunday
Joshua 5:9-12 Psalm 32 (UMH # 766) 2 Corinthians 5:16-21 Luke 15:1-3, 11b-32
In the 15th chapter of Luke, Jesus is welcoming all, including “the tax collectors and sinners” who wanted to hear his teaching. This causes the Pharisees and the scribes to grumble, “This fellow welcomes sinners and eats with them.”
Jesus tells three parables in response. He could have made his point succinctly (like in the Sermon on the Mount): “Don’t judge, so that you won’t be judged.” (Matthew 7:1)
Instead, Jesus chooses to convey the character of God and forgiveness in story form. The Gospel reading skips the first two powerful parables, which are worth mentioning briefly (the image of the good shepherd, and the woman seeking the lost coin). Both, like the third, tell of a forgiving God.
But the last parable includes an unforgiving brother, perhaps aimed at those with attitudes like the grumblers (like the prophet Nathan confronted David’s sin with a parable).
What would keep an older brother from enjoying his father’s happiness at the younger brother’s return? And might the grumblers (and we) learn from this character in the final story?
The older brother might be jealous. After all, his younger brother was able to go and enjoy a wild, self-centered life. Notice how, when he gave his reason for not entering the house, he tells his father that the younger brother “wasted his inheritance on prostitutes.” The story says nothing about prostitutes before then. Is the older brother just assuming – or is it a Freudian slip? “I wish I could cut loose, and.... Oops!”
The older brother ignores the cost of those actions to his younger brother: the lack of satisfaction which sin brought; the time the younger brother spent in poverty; the pain of knowing he had wasted those years. Perhaps he idealizes – even idolizes – the sins his younger sibling. Do we wish we could cut loose?
Perhaps the older brother would not enter the house because he didn’t realize how good he really had it: “All this is yours,” the father tells him. But the older brother is being passive/aggressive: “I didn’t take advantage of the opportunity that was always before me, but you’re to blame!” Do we get angry with God when others enjoy forgiveness? Are we angry because we have never taken God’s grace into our hearts? Are we still trying to earn God’s love instead of accepting and enjoying it, and then working for the Gospel out of love? If so, our faith has become a punitive religion: which gives no room for joy at forgiveness.
Or perhaps the older brother is a “Father Wanna-Be” – the attitude that says, “I want to be the one who can judge whether that little creep gets to come back or not! I want him to grovel at my feet! I want to set the conditions under of his return - and it will be as the lowliest of servants.” This “wanna-be’ attitude is another form of idolatry. Do we want to be in God’s place, making the judgment calls?
But the parable asks, if God will not count their trespasses against them, who are we to do so? Compare the parable with Psalm 32:1 & 9 – “Happy are those whose transgression is forgiven, whose sin is covered… Do not be like a horse or a mule, without understanding, whose temper must be curbed with bit and bridle, else it (God’s instruction) will not stay near you.”
Instead, Jesus’ parables teach us to do as Paul instructs in 2nd Cor. 5:16 & 19 - “From now on, therefore, we regard no one from a human point of view… (remembering) in Christ God was reconciling the world to himself, not counting their trespasses against them, and entrusting the message of reconciliation to us.”
Jesus’ teachings warn us not to stay outside of God’s house. If we want to come in, we have to come in on God’s terms – accepting God’s decisions – and be forgiven of our sins “as we forgive those who have sinned against us.”
The Rev. Bob Dean is a retired clergy member of the Iowa Annual Conference who is still amazed by the grace of God.
Memorándum para los que predican
27 marzo, 2022 – Cuarto domingo de la Cuaresma – Domingo de UMCOR
Josué 5:9-12; Salmos 32; 2 Corintios 5:16-21; Lucas 15:1-3, 11b-32
Por el Rvdo. Bob Dean bob.dean@iaumc.net
En el capítulo 15 de Lucas Jesús da la bienvenida a todos, incluso a “publicanos y pecadores” quienes querían oír sus enseñanzas. Esto causa que los fariseos y los escribas murmuraran: “Este recibe a los pecadores y come con ellos.”
Jesús relata tres parábolas en respuesta. Habría podido hacer su punto brevemente (como en el Sermón en el Monte): “No juzguéis para que no seáis juzgados.”
En vez de eso, Jesús escoge relatar el carácter de Dios y el perdón en forma de historia. La lectura del Evangelio pasa por alto dos parábolas poderosas, las cuales valen la pena mencionar brevemente (la imagen del buen pastor, y la mujer buscando la moneda perdida). Ambas, como la tercera, hablan de un Dios que perdona.
Pero la última parábola incluye a un hermano que no perdona, quizás dirigida a los que tienen actitud como los que murmuran (como el profeta Natán quien confrontó el pecado de David con una parábola).
¿Qué causaría que un hijo mayor no disfrutara la felicidad de su padre cuando regresa a casa su hermano? ¿Y es posible que los que murmuran (y nosotros también) aprendamos de este carácter en la última historia?
Es posible que el hermano mayor tenga celos. Pues, su hermano menor tuvo la oportunidad de irse y disfrutarse de una vida loca y egocéntrica. Note cómo cuando dio su razón por no entrar en la casa, le dice a su padre que su hermano menor “que ha consumido tus bienes con rameras.” La historia no dice nada acerca de rameras antes de esto. ¿Es que el hermano mayor asume o es un lapsus? “Ojalá que yo pudiera disfrutarme, y . . . ¡uy!”
El hermano mayor ignora el costo de estas acciones a su hermano menor: la falta de satisfacción que trajo el pecado; el tiempo que el hermano menor pasó en la pobreza; el dolor de saber que él malgastó estos años. Quizás idealiza – aún idolatra – los pecados de su hermano menor. ¿Queremos nosotros que pudiéramos desinhibirnos?
Quizás el hermano mayor no entraría en la casa porque no se daba cuenta de cuán bien era su situación: “todas mis cosas son tuyas,” le dice su padre. Pero el hermano mayor ha adoptado actitud pasiva-agresiva. “Yo no me aproveché de la oportunidad que siempre estaba ante mí, pero ¡TÚ TIENES LA CULPA!” ¿Nos enojamos con Dios cuando otros se disfrutan del perdón? ¿Estamos enojados porque nunca hemos recibido la gracia de Dios en nuestros corazones? ¿Todavía tratamos de ganar el amor de Dios en vez de aceptarlo y disfrutarlo, y entonces trabajando por el Evangelio fuera del amor? Si es así, entonces nuestra fe se ha transformado en una religión punitiva – lo cual no provee espacio por la alegría cuando ocurra el perdón.
O quizás el hermano mayor es un padre aspirante – la actitud que dice “¡Yo quiero ser el que pueda juzgar si ese asqueroso puede regresar a casa o no! ¡Quiero que él se humille a mis pies! Yo quiero establecer las condiciones de su regreso – y será como el sirviente más humilde.” Esta actitud aspirante es otra forma de idolatría. ¿De verdad queremos estar en el lugar de Dios haciendo los juicos?
Pero, la parábola pregunta, si Dios contará el pecado contra ellos, ¿quiénes somos nosotros para hacer esto? Compare Salmos 32:1 y 9: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado . . . No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.”
En vez de esto, las parábolas de Jesús nos enseñan que hagamos dice Pablo en 2 Corintios 5:16 y 19: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne . . . (recordando que) Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.”
Las enseñanzas de Jesús nos advierten no quedarnos fuera de la casa de Dios. Si queremos entrar, hemos de entrar según los términos de Dios – aceptando las decisiones de Dios – y ser perdonados de nuestros pecados “como perdonamos a los que nos ofenden.”
El Rvdo. Bob Dean es presbítero jubilado en la Conferencia Anual de Iowa quien todavía encuentra que la gracia de Dios es increíble.