Iowa pastor visit
How many times over the past year have we cried out to God to save us from a constant stream of disasters like the August storm that devastated Iowa?
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Dec 13, 2020 Third Sunday of Advent
Isaiah 61:1-4, 8-11; Psalm 126 (UM Hymnal 847); 1st Thessalonians 5:16-24; John 1:6-8, 19-28
Lord, change our circumstances! (Psalm 126:4, CEB)
While we may not have used those exact words, how many times have our hearts cried out with this prayer in 2020? As winds tore across our state of Iowa and destroyed crops and homes – Lord, change our circumstances! As the long-experienced realities of systemic racism were revealed – Lord, change our circumstances! As a virus spread throughout our communities, taking our loves ones, impacting our relationships and our churches – Lord, change our circumstances! In your own family or church community, the personal struggles and stories abound as well.
There has been a knot of stress living right at the base of my neck for months now. Perhaps you have a similar physical manifestation of this year of crisis in your body or life right now. For me, it grows with the strain upon our hospital systems and stories from families who are the end of their rope. It twists with our financial giving reports and the increasing prayer requests for congregation members hospitalized. The weight of the learning curve and the ever present reminders that people are still falling through the cracks has taken its toll. Lord, change our circumstances!
We cry out to God, because we carry with us knowledge and experience of a God who is faithful. A God who has helped us rebuild from natural disasters. A God who forgave us when we confessed our failings. A God who brought healing into bodies and minds. A God who filled our mouths with laughter and tongues with joyful shouts. A God who helped us to grow and adapt and thrive. In the CEB Women’s Bible, the commentary for this Psalm reminds us that, “the community is asking God to do what they know God can. They are not asking for something outside of God’s power or realm of possibility, but simply for more of what they know God can do.” (p. 773) We ask God to change our circumstances because we know what God can do.
When I partner this with Paul’s command to “rejoice always” (1 Thessalonians 5:16) I am reminded that those memories and experiences are reasons in and of themselves to rejoice. I can look over pictures and reflect upon those moments and my heart is warmed just thinking about them. The tension of this moment eases up just a fraction.
The more difficult challenge comes just two verses later: “Give thanks in every situation because this is God’s will for you in Christ Jesus.” Give thanks in the midst of disaster and crisis? Give thanks in times of grief? Give thanks when I am at the end of my rope? And then I realize that God’s will is not that disaster strike or we experience loss or frustration, but God’s will is that we discover how to hang on to what is good in the midst of everything that is not.
You see, we can rejoice and praise God for all the good we experience without diminishing that yearning for our circumstances to change. So maybe on this third Sunday of Advent, we light the candle of joy with tears in our eyes and words of gratitude on our lips.
We give thanks for our incredible health care heroes on the front lines. We give thanks for retail workers who make sure we have necessary supplies. We give thanks for educators navigating impossible situations with competence. We give thanks for children and their incredible resilience. We give thanks for leaders who provide clear public health guidance. We give thanks for technology that creates new possibilities for connection. We give thanks for the ways we have been challenged. We give thanks for the outpouring of generosity we see at the food pantry.
Now, Lord, change our circumstances for the better!
The Rev. Katie Z. Dawson serves as pastor of Immanuel United Methodist Church in Des Moines, Iowa. Memo for Those Who Preach was created by the late Rev. Bill Cotton and has been carried on by a group of his friends and colleagues led by the Rev. Robert Dean. To subscribe, email Rev. Dean.
Memorándum para los que predican
13 diciembre, 2020 Tercer domingo de Adviento
Isaías 6:1-14, 8-11; Salmos 126; 1 Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8, 19-28
“¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte!” (Salmos 126:4 VP)
Mientras que es posible que hayamos usado estas palabras exactas, cuántas veces han gritado nuestros corazones con esta oración en 2020. Como los vientos pasaron pos nuestro y destruyeron nuestras cosechas y casa – “¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte!” Como las realidades de larga experiencia del racismo sistémico fueron reveladas – ¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte! Como un virus se difundía por nuestras comunidades, tomando a nuestros amados, impactando en nuestras relaciones y nuestras iglesias – ¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte! En su propia familia o comunidad de la iglesia, las luchas personales y las historias abundan también.
Ha habido un nudo de estrés viviendo en la base de mi cuello durante meses ahora. Quizás Ud. tenga una manifestación física semejante de este año de crisis en su cuerpo o en su vida ahora mismo. Para mí, crece con el estrés en nuestros sistemas de hospitales y de las historias de familias que se encuentran al límite de lo que pueden hacer. Tuerce con nuestros reportes de las ofrendas y las peticiones para oración que crecen cada vez para los miembros de nuestra iglesia que se encuentran en el hospital. El peso de la curva de aprendizaje y los acuerdos siempre presentes que personas todavía pasan inadvertidas ha cobrado su precio. ¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte!
Gritamos a Dios, porque llevamos con nosotros una sabiduría y experiencia de un Dios que es fiel. Un Dios que nos ha ayudado a reconstruir de desastres naturales. Un Dios que nos perdonó cuando confesamos nuestras faltas. Un Dios que trajo curación a cuerpos y a mentes. Un Dios que llenó nuestras bocas con risas y nuestras lenguas con gritos de alegría. Un Dios que nos ayudó a crecer y a adaptar y a prosperar. En la Biblia para Mujeres de Inglés Común, el comentario para este salmo nos acuerda que, “la comunidad pide que Dios haga lo que saben que Dios puede hacer. No pide algo fuer del poder de Dios ni fuera del reino de posibilidad, sino simplemente por más de lo que sabe que Dios puede hacer.” (p. 773) Pedimos que Dios cambie nuestras circunstancias porque sabemos lo que Dios puede hacer.
Cuando conecto esto con el mandamiento de Pablo – “Estad siempre gozosos” (1 Tesalonicenses 5:16) me acuerdo que estas memorias y experiencias son razones de por sí para gozar. Puedo mirar fotos y reflejar en estos momentos y mi corazón es calentada simplemente pensando en ellas. La tensión de este momento baja solamente un fracción.
El desafío más difícil viene solamente dos versículos más tarde: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” ¿Dar gracias en el medio de desastre y crisis? ¿Dar gracias en tiempos de lamentación? ¿Dar gracias cuando he llegado al límite? Y entonces me doy cuenta de que la voluntad de Dios no es que el desastre venga ni que experimentemos pérdida ni frustración, pero la voluntad de Dios es que descubramos cómo guardar lo que es bueno en el medio de todo que no lo es.
Pues, podemos regocijar y alabar a Dios por todo el bueno que experimentamos sin disminuir ese anhelo para que cambien nuestras circunstancias. Así que, tal vez, este tercer domingo de Adviento, encendemos la vela de alegría con lágrimas en nuestros ojos y palabras de gratitud en nuestros labios.
Damos gracias por nuestros héroes increíbles de salud de asistencia médica en la vanguardia. Damos gracias por los trabajadores en las tiendas que aseguran que tenemos provisiones necesarias. Damos gracias por nuestros educadores navegando situaciones imposibles con aptitud. Damos gracias por niños y su resiliencia increíble. Damos gracias por líderes que proveen guía clara para la salud pública. Damos gracias por tecnología que crea nueva posibilidades para conectarnos. Damos gracias por las maneras en que hemos recibido desafíos. Damos gracias por la efusión de generosidad que vemos en la despensa de comidas.
Ahora, ¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte!