Child watering
Sometimes, though no fault of our own, our faithful gardening results in no fruit. (Photo courtesy of Josh Fitzpatrick)
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Third Sunday In Lent March 20, 2022 Luke 13:1-9
As any gardener does this time of year, I’m itching to get back out into the soil. I’m wrestling with the true midwestern arrival of spring (all 4 seasons in three days? Sure, why not!), gambling (not really – I’m a United Methodist after all!) with final frost dates, and have my packets of seeds lying in wait once the time is finally upon us when they can safely land in the soil and, hopefully, produce fruit.
Producing fruit. That’s the goal of a gardener, isn’t it? As someone with limited garden space, each year is a re-evaluation of what worked, what didn’t, and what might be new or fun to try this year. But while I enjoy the process of gardening, the whole purpose behind it is to come away with something to show for it. Peppers, tomatoes, potatoes, green beans, strawberries—I look forward to all of these at the end of a successful garden season. And I bemoan when things get in the way: drought, pests, or my own laziness as I feel overcome with weeds and heat by the end of July or early August.
The text from Luke is one that certainly makes sense to me as a gardener: will our work result in fruit borne or soil space wasted? The worst feeling in the world for a gardener is to have tended to a plant for a full season—using the resources of compost, water, time, and energy—to have it, for some reason, bear no fruit at all. And oftentimes, this comes from no fault of our own. It’s just the way of things.
“It’s just the way of things”, Jesus seems to be telling those questioning him about the deaths of the Galileans. Death wasn’t the effect of their wrongdoings; death comes to us all. And the same with those killed with the crumbling of the tower at Siloam. They didn’t do anything to invoke this act; they were in the wrong place at the wrong time.
So instead of wondering whether fruitfulness comes by way of some random happenstance, Jesus calls those listening to a life of repentance. A life focused on the path toward God. A spirit living in the season of Lent. Lent is the season of metanoia-of inspection of our actions and our worship, with the intent to turn from pathways and practices that do not serve us or our relationship with God. I find gardening to be a perfect analogy for this process, and identify strongly with the gardener in this text. He knows what needs to be done to give the fig tree the best chance at producing fruit, but he also understands that it cannot continue to take up precious soil space if it won’t cooperate. So, let’s give it one last shot with everything we’ve got—but ultimately, leave it up to God to know whether the fruit will come to harvest or not.
In the Feasting on the Word commentary for this text[1], (now Bishop of the Episcopal Church) Rev. Michael B. Curry writes:
“We labor now for a future we are not meant to control. Did not Jesus teach us to pray, not ‘my kingdom come’, not ‘our kingdom come,’ but thy kingdom come, thy will be done’? No statement of faith says all that could be said; no prayer fully expresses our faith; no pastoral visit brings wholeness; no program accomplishes the church’s mission; no set of goals and objectives includes everything that needs to be done. We plant the seeds that will one day grow. We water seeds already planted, knowing that they hold future promise. We lay foundations that need future development. We provide yeast that produces effects beyond our capabilities. We cannot do everything, and there is a sense of liberation in realizing that.”
How can our leadership and preaching guide our people to understand the importance of engaging the work, yet finding ways to release the pressure of the end result? We have to work toward the bearing of fruit, yet recognize that rarely can we control the outcomes. This is where we work in tandem with the grace of God. And to that relief of pressure, I say “amen”.
Rev. Mara Bailey is chaplain at Simpson College in Indianola, Iowa. As this memo probably indicates, she’s getting ready to start garden seeds and is looking forward to a spring and summer of tending the soil with her kids.
¿Nuestro trabajo resultará en fruto o en tierra desperdiciada?
Memorándum para los que predican
Tercer domingo en la Cuaresma – 20 marzo, 2022
Lucas 13:1-9
Por la Rvda. Mara Bailey
Como hace cualquier jardinero durante esta temporada del año, tengo ganas de regresar a la tierra. Lucho con la verdadera llegada de la primavera en el medio oeste (¿todas las 4 estaciones en tres días? Claro, ¿por qué no?), arriesgando (no apostando, ¡pues soy metodista unida!) con las últimos días con escarcha, y tengo mis paquetes de semillas esperando hasta que venga la hora cuando por fin puedan entrar en la tierra, y con suerte, que produzcan fruto.
Produciendo fruto. Es la meta de un jardinero, ¿verdad? Como alguien que no tiene mucho espacio para un jardín, cada año es una nueva revaluación de lo que tenía éxito, lo que no tenía éxito, y qué podría intentar este año. Pero mientras que me disfruto del proceso de hacer un jardín, todo el propósito es tener una cosecha para todo el trabajo. Plantas de pimiento, tomates, papas, habichuelas o ejotes, fresas – anticipo todos al fin de una temporada de éxito en crecer en el jardín. Y me quejo cuando otras cosas se meten: sequía, bichos, o mi propia pereza como me siento superada con las malas hierbas y el calor para el fin de julio o principios de agosto.
La lectura de Lucas es una que ciertamente tiene sentido para mí como jardinera: ¿resultará nuestro trabajo en frutos o en espacio malgastado en la tierra? El sentimiento peor para un/una jardinero/a es haber cuidado a una planta durante toda una estación – usando los recursos de compost, agua, tiempo, y energía – y tenerlo por alguna razón no producir ningunos frutos. Y frecuentemente esto no resulta por ninguna culpabilidad nuestra. Los cosas simplemente resultan así algunas veces.
“Es así algunas veces,” Jesús parece decirles a los que le hacen preguntas sobre las muertes de los galileos. La muerte no era resultado de sus delitos; la muerte viene a todos nosotros. Y es así también con los que fueron matados por la torre que cayó en Siloé. No hicieron nada para causar esto; simplemente estaban en el lugar incorrecto a la hora incorrecta.
Así que, en vez de preguntarse si la fecundidad viene a causa de una casualidad arbitraria, Jesús llama que los que lo escuchan tengan una vida de arrepentimiento – una vida enfocada en el camino hacia Dios – un espíritu vivendo en la temporada de la Cuaresma. La Cuaresma es un estación de metanoia – de inspección de nuestras acciones y nuestro culto, con la intención de salir de los caminos y las prácticas que no nos sirven a nosotros ni a nuestra relación con Dios. Encuentro que la jardinería es una analogía perfecta para este proceso, y me identifico fuertemente con el jardinero en esta lectura. Sabe lo que hay que hacer dar a la higuera la mejor oportunidad de producir fruto, pero también comprende que no puede continuar en tomar espacio si coopera. Así que, démosle una última oportunidad con todo lo que tenemos – pero, al fin y al cabo, es Dios quien sabe si habrá una cosecha o no.
En el comentario Feasting on the Word para este texto1 (ahora Obispo de la Iglesia Episcopal) el Rvdo. Michael B. Curry escribe:
“Trabajamos por un futuro que no hemos de controlar. ¿No es verdad que Jesús nos enseñó a orar – no que ‘venga mi reino’, no que ‘venga nuestro reino’, sino que ‘venga tu reino, hágase tu voluntad’? Ninguna declaración de fe declara todo lo que se puede declarar; ninguna oración expresa completamente nuestra fe; ninguna visita pastoral trae integridad; ningún programa logra la misión de la iglesia; ningún juego de metas y objetivos incluye todo que se necesita hacer. Plantamos las semillas que crecerán un día. Regamos la semillas que ya son plantadas, sabiendo que tienen la promesa del futuro. Construimos los cimientos que necesitan desarrollo en el futuro. Proveemos la levadura que produce efectos más allá de nuestras capacidades. No podemos hacer todo, y hay un sentido de liberación en darnos cuenta de eso.”
¿Cómo es que nuestro liderazgo y nuestra prédica guíen a nuestra gente en comprender la importancia de involucrarse en el trabajo, pero a la vez encontrar maneras de soltar la presión producir el resultado al final? Tenemos que trabajar para la producción de frutos, pero hemos de reconocer que raramente podemos controlar los resultados. Esto es donde trabajamos en conjunto con la gracia de Dios. Y a ese alivio de presión, digo “amén.”
La Rvda. Mara Bailey es capellán en Simpson College en Idianola, Iowa. Como este memorándum probablemente indica, está preparándose para comenzar las semillas para su jardín y anticipa una primavera y un verano de cuidar la tierra con sus hijos.
[1] Feasting on the Word Year C, Vol 2: Lent through Eastertide p 97